Capítulo 60 ______

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Su corazón se abrió paso en mi pecho para latir junto al mío, y nunca antes me había concentrado tanto en todos los movimientos y pensamientos de alguien. Su único propósito, su única motivación, era yo.

Su corazón golpeaba en su pecho y me aferré a él mientras hacía todo lo que podía para calmarme, simultáneamente me volvía loca.

Sus labios probaron ser una entidad individual. Estaban vivos, y mientras hacían un camino sobre mi garganta, estuve perdida. —Harry —me encontré diciendo una vez más. Al parecer, no podía dejar de decir su nombre.

Se detuvo y alzó la cabeza. No dijo nada, pero esta era su manera de preguntarme sin palabras si estaba lista. No quedaba nada entre nosotros, y ahora andarnos por la cuerda era cosa del pasado. Y sí, estaba lista.

Tiré de él hacia mí, respondiéndole mientras lo besaba. Movió los labios para besarme la frente, la mejilla, la nariz. Se detuvo ahí, dejando que su frente reposara sobre la mía. —Eres mía —dijo suavemente—. Y yo soy tuyo.

—Soy tuya —repetí y me sonrió mientras me besaba.

—No te haré daño, _______ —prometió.

—Sé que nunca lo harías —dije con certeza—. Estoy lista —susurré.

Su aliento era áspero. —Te amo.

Antes de que pudiera decírselo, estuve perdida en él. Le di la bienvenida. Sus manos me poseyeron. Su boca me poseyó. Fui suya.

La luz de la mañana me bañó. Estaba cálida y me sentía bien en una enorme cama blanca. Me moví solo unos centímetros para estar más cómoda, y escuché el gruñido de Harry mientras tiraba de mí hacia él, hacia el capullo de mantas y su pecho. Sentí que mis labios sonreían y recordé todo lo de la noche anterior.

Todo.

El rastro de ropas era solo un recordatorio de la noche que había tenido. Y como si no fuera suficiente, también estaba desnuda.

Me reí tontamente en mi almohada. ¡No podía creerlo! Estaba casada. Era la esposa de Harry. Era una mujer, y me sentía como una.

Giré un poco para ver su rostro sobre mi hombro. El hombre podía salir todo desaliñado y lucir mejor que cualquiera. Rodé para acurrucarme con él y dejé que mis dedos recorrieran la longitud de su mandíbula y barbilla. Tenía un brazo bajo la cabeza como una almohada, y el otro brazo sobre mi cintura.

Ya tenía un poco de barba. Pero anoche había sido delicado y suave mientras me acariciaba el cuello. Dejé que mis dedos recorrieran su cabello. Disfruté, mucho, los gruñidos y pequeños movimientos que hizo al mismo tiempo que yo. Me incliné y lo besé en la nariz. Luego lo besé en la mejilla y movió la cara para encontrar mis labios. Me reí en silencio. Ni siquiera estaba despierto todavía. Así que le besé la otra mejilla y me cubrí la boca para dejar de reír, cuando movió la cara de nuevo para buscar mis labios. Me di por vencida y le di al pobre tipo lo que buscaba.

Lo besé en los labios e inmediatamente apretó su agarre y me devolvió el beso. Cuando sus párpados comenzaron a revolotear, supe que estaba despertando. Me miró como si estuviera esperándome allí, como si fuera natural y la cosa más reconfortante del mundo. —Hola, nena —murmuró somnoliento y ronco—. Buenos días.

—Buenos días.

—¿Dormiste bien?

Hice una pausa para el efecto dramático. —Dormí genial —susurré.

Sus ojos se abrieron más, completamente despierto. —Oh, ¿en serio?

—Asentí despacio. Sonrió. Era una de esas completamente masculinas, pagadas de sí mismas, y sexys sonrisa—. Bueno, eso es estupendo. Que hayas dormido así. —Seguía sonriendo.

Me reí y me acurruqué más contra él. Apenas se inclinaba sobre mí apoyado en su codo. —¿Y cómo se siente esta mañana, Sra. Jacobson?

Sonreí y me mordí el labio. —Perfecta.

Puso una mano a mi otro lado de la cama y se inclinó para besar mis labios suavemente. Con apenas unos centímetros entre nuestras bocas, dijo—: Las palabras para lo que quiero decir ahora no existen. Todo suena tan cliché.

—No tienes que decir nada, Jacobson. —Acaricié el pecho sobre su corazón—. Sé exactamente lo que quieres decir.

—Bueno, ahora mismo —comenzó, y luego se inclinó para mordisquearme la garganta—, en realidad no quiero hablar.

Suspiré, sintiendo cómo mi piel comenzaba a hormiguear. —De acuerdo —accedí.

Se rió. —Oh, en serio estás poniendo trabas.

—Cállate y bésame —dije antes de tirarlo hacia mí.

Sus manos encontraron mi pierna, y se movieron hacia mi muslo mientras sus labios dejaban de hablar.

Y entonces me reclamó una vez más.

Atando Cabos (Harry Styles y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora