Hacían semanas desde que la primavera había hecho florecer su última flor, y la realidad otoñal era lo que se vivía en Londres.
Amelia caminaba por un pasillo en dirección a la biblioteca. Era la segunda vez que entraba en aquel lugar aquel día, en la mañana lo hizo para trabajar, pero esa tarde lo hacía con el motivo de estudiar.
Estaba por inmiscuirse dentro de la gran fuente del saber, cuando escuchó cómo alguien parecía correr a sus espaldas, cada vez sonando más cerca.
—¡Amelia, espera! —gritó Benedict—. No entres... ahí.
Llegó jadeante hasta la mujer, quien lo miraba algo espantada.
—¿Qué pasa? —preguntó asustada—. ¿Estás bien?
—Sí, sí... es solo que... —el inglés prefirió entregarle la hoja que traía en la mano, ya que se encontraba exhausto—. Velo por ti misma...
Amelia recibió lo que parecía una página descuidadamente arrancada de una revista.
—Los siete problemas matemáticos más grandes de la historia... —comenzó a leer ella en voz alta—. El Imperial College London ha decidido premiar con un millón de libras la resolución de cualquiera de los problemas presentados en la siguiente lista, considerados como los problemas del milenio en...
Lo miró, mientras él tenía las manos en la espalda y le devolvía la mirada.
—¿Qué significa esto? —preguntó.
El británico la miró mientras intentaba pensar.
—A ver... —Benedict trató de ordenarse antes de hablar—. ¿Te invito un té?
—¿Un té? —preguntó divertida.
—Sí, ya sabes... es lo que dice la gente por aquí cuando quiere hablar. —alzó las cejas mientras la observaba.
Amelia lo miró a los ojos durante algunos segundos, buscando algún indicio de cualquier atisbo de malicia.
—Está bien... —terminó por aceptar.
El inglés estiró su mano, invitándola a comenzar a caminar.
Amelia avanzó a su lado en silencio, mientras él, con las manos en los bolsillos, marcaba el paso.
Al entrar en el elevador, y notar que Benedict había marcado el piso principal, la mujer lo miró extrañada.
—La cafetería está en el segundo piso... —murmuró ella.
—Lo sé, pero no me gusta el té de ahí. —respondió él—. Iremos a otro lugar.
Y ese otro lugar era una casa de té, bastante colorida y alegre, muy diferente a lo que pensó le gustaría al británico.
Él le recomendó su té favorito, y cuando ya les habían servido, recién se dignó a pronunciar más palabras.
—Voy a ir al grano... —fue lo que dijo.
Calló por algunos segundos.
—Normalmente, ir al grano se hace rápido... ya sabes, sin silencios incómodos. —puntualizó ella.
Benedict la miró serio.
—No es fácil...
—¿Qué cosa no es fácil?
—Hablarte sin que me mandes al carajo...
—Creo que tú también tienes una idea errada sobre mí... no soy como crees... solo me defiendo cuando lo siento necesario... —manifestó Amelia—. Intenta comunicarte conmigo sin insultarme, eso sería genial.
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Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...