7. El extraño desconocido

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El cálido viento me llegaba al rostro y sentía que todas las preocupaciones del día desaparecían a cada paso que daba en ese lugar rodeado de mansiones con guardias en casetas y jardines con césped mullido y bien cuidado.

Caminé por todo el manzano para encontrar un taxi que me llevara; recuerdo que apoyé mi cuerpo en la cerca de una casa de fachada azul, era más grande que cualquiera de las de ese lugar y su jardín estaba inundado de jazmines, llenando mis fosas nasales de ese olor tan suave y penetrante a la vez.

No pasó ningún auto, taxi o bus que se dignara en llevarme y ni de chiste iba a caminar a esas horas de la noche a casa.

Esperé apoyada en las cercas blancas, hasta que escuché el sonido de unas patitas acercándose, giré y me encontré con uno de esos perros enormes que sólo se ven en la televisión.

Era un Rottweiler gigante.

«Tranquilízate, es sólo un perrito, ellos huelen el miedo»

—Shht, shht—empecé a llamar al canino—, lindo perrito, ¿quién es el más lindo?—me alejé de la cerca disimuladamente, el perro me seguía viendo con rabia, arrugó su hocico y me mostró unos colmillos filosos.

Gruñó y empezó a correr rápidamente hacia mi. Comencé a correr y gritar como una loca, chocando con la cerca de la casa del frente, provocando que una alarma sonara.

Mierda.

El perro dejó de correr y se atoró con su collar de púas, al parecer estaba atado a una especie de barrote que no dejaba que la cadena se soltara.

Las luces de las dos casas se encendieron, y rápidamente dos guardias de seguridad se acercaron a mi con una especie de palo de acero color negro, golpeaban las palmas de sus manos con este, preparándose para arremeter contra mi. Ambos traían un uniforme color azul oscuro y gafas para el sol, a pesar de que ya era de noche. Uno de los guardias era robusto y pequeño, y el otro demasiadamente flaco y alto.

—Las manos donde pueda verlas—apuntó con una linterna mi cara provocando que tapara mis ojos—. ¡Dije donde pueda verlas!—gritó el guardia más robusto de ambos.

—¿Qué no puede verlas? Sólo estoy tapándome la cara—también elevé el tono de mi voz, no iba a dejar sentirme amedrentada por dos guardias, a los cuales derribaría si quisiera—. Ay, Dios, apaguen esa bendita luz.

—¿Qué hace por aquí a estas horas?

—Trato de ir a mi casa, vengo de la casa de los Campbell, soy la niñera.

—¿E intentó asaltar una propiedad privada?—el guardia flaco alzó una ceja.

—Claro que no, ese estúpido perro me asustó y choqué con estas rejas y sonó la alarma—tallé mis ojos con los puños.

Los guardias se miraron por un momento y asintieron con la cabeza al mismo tiempo.

—Necesitamos saber si está ebria—dijeron ambos al unísono.

—Dios mío, en serio creen qu...- no pude completar la frase porque el guardia robusto se paró tras de mi.

—NO TIENE DERECHO A HABLAR—vociferó el guardia robusto haciendo que el tímpano me explotara.

—La mano derecha al frente—pidió el policía flaco mientras que el robusto volvía a su lugar junto a él.

—¿Qué diab...?

—La mano derecha al frente, no quiero gritarle.

Puse la mano derecha al frente a regañadientes.

—Ahora la mano izquierda.

Del Amor a la Fama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora