31. No es lo que parece

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—¿No te duele?—pregunté por enésima vez en la noche.

—No, nena—sonrió pasando su dedo índice por mis labios—. Con el ibuprofeno voy a estar bien.

Estábamos en su cama, me había prestado su ropa para que la usara como pijama. Tom estaba apoyado contra el respaldar y yo tenía la cabeza puesta en su regazo, con una increíble vista de su rostro, pecho y esos enormes y jugosos bíceps que parecían explotar las mangas cortas de su playera.

—Fue increíble—susurré disfrutando de las caricias que dejaba en mi rostro—. Lo digo en serio, veo el show desde que era una adolescente insoportable y jamás tuve la oportunidad de ir a una pelea en vivo, hasta hoy. Dios, hasta estuve en VIP y te vi en primera plana. Gracias, Tom, estás cumpliendo la fantasía de una Anne quinceañera y de una Anne veinteañera que fantaseaba con el enmascarado sexy.

El aludido solo negó con la cabeza notablemente sonrojado.

Lo que usualmente se hacia después de ganar, era festejar, pero en la dieta estricta que estaba llevando Tom, el alcohol y la comida chatarra para recuperar no figuraban. Así que luego de la victoria, decidimos que la mejor manera de agasajar, aparte de unas barritas de proteína sabor banana, era disfrutar el uno del otro. A pesar de que Tyler nos abandonara y fuera a un bar con «amigas».

—Los demonios deben estar saltando de alegría.

—¿Por qué? ¿Crees que me estén apoyando?

—El 99% de los espectadores de Fight and Win es fan tuyo—obvié—. Eres su luchador favorito. Catalina piensa que eres sexy.

Arrugó la nariz y movió la cabeza lentamente hacia atrás. Lo atraje de vuelta enredando mis dedos en su cabello.

—¿Piensas decírselos?

—Por el momento no. Quizá cuando vuelva a ganar.

—¿Das por seguro que serás el campeón?

Mordió su labio inferior, jugueteando. Sus dedos recorrieron mis pómulos y llegaron hasta mis labios, tirando del inferior, quedando afuera como un puchero mal hecho.

—Siempre y cuando estés a mi lado.

Esta vez fui yo la que tuvo el impulso de unir nuestras bocas. El suave roce de nuestros labios era mágico, nos movíamos en sincronía, como si se tratara de una danza armónica. Nos separamos sonriendo.

Cambié de posición, me senté como él. Pasó sus brazos por mis hombros hasta mi cintura, se apegó y enredé nuestras piernas. Sabía lo que se vendría después, para calmar mis nervios y las reacciones de mi cuerpo, tomé el control remoto y encendí la televisión, Clarense estaba en pantalla.

Una de las mejores caricaturas de todos los tiempos.

El momento era simplemente perfecto, mejor que una fiesta llena de alcohol, mejor de lo que contaban en las novelas de romance, mejor de lo que podía alguna vez imaginado que estaría viviendo.

—¿Te gustaría casarte?—inquirió.

—Mhm—sopesé, sin despegar la vista de la pantalla—. Tal vez en un futuro, si. Aún somos muy jóvenes para pensar en eso.

Asintió no tan convencido y nos concentramos en las caricaturas nuevamente.

—¿Conmigo?—preguntó besando mi mejilla. Reí—. ¿Qué es tan gracioso?—se quejó fingiendo estar ofendido.

—Nada—sonreí—, tu pregunta es muy obvia.

Apegué mi cabeza en el hueco de su cuello, aspirando su varonil aroma. Luego de mi repuesta estuvo serio.

Del Amor a la Fama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora