54. Juego terminado

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Dejé el casco en la arena,
pagué el vino más caro,
cuando la gloria se marchó por la puerta,
quizá mi derecha era siniestra,
debía confiar en mi mano izquierda
clavé mi espada en mi espalda,
todo el juego se acabó.

Dejé la fortuna,
dejé mi sangre correr,
pensando en las desgracias ajenas,
sacrificando mis alfiles en el tablero,
quemando cartas para salvar a los miserables,
gasté mis dedos en las paredes de concreto,
creyendo, tan insensato, tan cándido.

Sacrifiqué el último pan,
repartí mis vestiduras,
olvidé mi nombre,
trueques sin sentido,
hasta olvidar mis sueños,
todo el juego se acabó.

Pagué con dolor,
tan solo ver el color del cielo,
mi mente quedó desquiciada,
noches de hospital,
no volví a ser el mismo de antes,
no recuerdo quién soy.

¿Por qué me siento así?

Fue mi edad oscura,
donde mis sentimientos eran traicioneros,
entregué incluso más de lo necesario,
dejé caer el vino una y otra vez,
mi mente tan solo me suplicaba perdón,
todo el tiempo dejó de ser recuerdo,
el juego se ha acabado.

Dejé incluso mi alma,
pagué el precio injusto,
caí en el lado equivocado,
la cara menos deseada de la moneda,
toda la maldad del mundo me consumió.

Estoy fuera de la caja,
muchas personas solo me ven,
espectadores de la misma función,
me cansé de ser su títere,
estar cansado de la misma actuación.

Las noches son trascendentales, ,
un trago consumiendo mis entrañas,
el frío entrando por la ventana,
mis noches de hospital se trasladan,
me persiguen incluso en sueños.

¿Recuerdas algo en especial?

Dejé de ser yo mismo,
pagué hasta los últimos centavos,
mis lágrimas tan solo quedaron en el espacio,
sentí la muerte abrazarme,
morí hace unas cuantas semanas,
y desperté sin recordar nada.

¿Cuál fue el precio a pagar?

Terminar el juego sin llegar al siguiente nivel.

El algoritmo de la mente: el efecto ansiolítico de la poesía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora