Llegando al pueblo

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Un hombre llega al pueblo con varias maletas grandes y pesadas, el largo camino le ha dejado un olor nauseabundo y una barba poco elegante. Pero hizo todo eso por seguir el rastro de su esposa, la mujer que por días le provoco más de una sonrisa y una noche se escabulló sin decir nada.

Mientras tanto en karmaland el pueblo donde todo podía pasar, una casa explotó mientras unos jóvenes con túnicas negras se alejaban discretamente en la oscura noche esperando a no ser descubiertos por el "rey".

-Esto es increíble, no creí que costaría tanto llegar a Karmaland, mis pies ya no resisten por lo viejo que estoy, joder.

El misterioso hombre camina por el espeso bosque y se topa con una inmensa construcción elaborada en medio de la nada, se detiene para analizarla  por unos segundos contemplando la belleza del exterior.

-Es seguramente la casa de algún Dios, no podría imaginarme a alguien normal hacer un trabajo como este.

El hombre siguió caminando absorto en sus pensamientos manteniendo la esperanza de que algún día volvería a ver a su esposa de la que alguna vez se llego a enamorar alocadamente, tomaría sus manos suavemente y la alentaría a regresar a su antiguo hogar, lugar en donde se casaron y planearon maravillas juntos, pero con el paso del tiempo algo cambio en ella que la hizo querer escapar.

Por esa época del año los habitantes del pueblo se debatían sobre lo que era correcto y lo que no, pensando considerablemente en mudarse a otro pueblo más lejano y seguro.

-No se que hacer con tantas bombas por el pueblo, mis hijos tienen miedo, ya nadie puede salir sin la esperanza de regresar vivo.

-Es cierto, nadie hace nada por mantenernos a salvo, desde que el alcalde desapareció nadie a querido tomar su puesto por temor.

-Es que acaso ¿nuestra única esperanza es nuestro querido rey?

Aunque todos esos aldeanos gritaran con todas sus fuerzas nadie saldría de aquel ayuntamiento deshabitado. Pero no muy lejos de ahí un muchacho de ojos oscuros y sonrisa reluciente pensaba animosamente en presentarse como alcalde, sus objetivos estaban claros como el agua cristalina de la fuente de la plaza mayor; proteger a todos los miembros de karmaland y vencer a la hermandad oscura, jamás había querido tanto en la vida como aquellos deseos de protección.

Este joven proveniente de un pueblo vecino de pequeño siempre soñaba con ser alguien admirable, nunca tuvo problemas para debatirse sobre tomar las elecciones correctas, la justicia siempre estaba primero para él. Mirando por su ventana le pedía a quien fuera que escuchara sus plegarias, que en un futuro el universo le tome la mano y lo ayude a caminar por el sendero del buen camino; él quería una buena familia, hijos amorosos, una esposa ideal y comprensiva, quizás un perro amable, todo con tal de tener la felicidad plena. Nadie habría podido predecir su futuro con solo mirarlo, cualquiera diría que solo seria un muchacho común, pero él estaba destinado para hacer historia y vivir en la miseria al mismo tiempo.

En una casa de dos pisos y muy simple por fuera, dos personas estaban tendidas en una cama matrimonial, compartían sentimientos mutuos de locura y crueldad, pero un amor imposible se respiraba por aquel lugar, ambos sabían que no debían estar juntos, ambos sabían que esta triste historia de amor no terminaría bien.

Asomándose por un elegante balcón, el conocido "rey" recién se levantaba después de haber descansado por un largo tiempo. El día anterior tuvo que asistir a un festival que los pueblerinos le aconsejaron ir, pero él no iba para hablar sobre problemas de Karmaland o saber sobre los cultivos destruidos, él solo iba para poder contemplar al joven de cabellera blanca y deslumbrante. Nunca quiso ser una figura de benevolencia, solo quería demostrarle a aquel joven que era lo suficientemente maduro como para poder tener su amor.  




Otra vida a tu lado (karmaland)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora