Ella le arrebató la capucha, y bajo la incesante lluvia que los empapaba a ambos, Batman la sujetó firmemente de ambas muñecas y la tumbó contra el suelo a la vez que se subía sobre ella. Selina en ese instante soltó un quejido, que más había sonado como un gemido.
—¿Así es que vamos a arreglar las cosas, eh? —gritó, lo suficiente para que su voz fuera escuchada entre la torrencial tormenta.
—Esto nada tiene que ver con las joyas —exclamó mientras que la violenta lluvia caía como bolas de granizo sobre su espalda—. Es solo entre tú y yo.
Bruce bajó hasta estar a tan solo centímetros de sus labios, y como un cazador que finalmente tiene a su presa inmovilizó sus manos contra el suelo, y besó su carnosa y roja boca hasta que fue más la tentación de ir abajo. El hombre comenzó a bajar el cierre de su traje negro hasta llegar a su ombligo, y fue directo hasta su cuello, el cual besó con locura y desenfreno, arrebatando de la piel ajena el traje que la cubría. Contempló la belleza de su cuerpo, sus curvas femeninas, y sobre todo, sus senos que eran mucho más grandes que lo que su traje mostraba, los besó con suaves lamidas mientras sus manos bajaron hasta las piernas de su pareja y ahí acarició su intimidad con la delicadeza con la que se toca una rosa.
Bruce liberó un placentero suspiro a la vez que caía, después de tanto tiempo, rendido ante sus propios instintos. No le importaban las joyas, ni estar sobre un edificio que probablemente estuviera habitado por familias, tampoco la tormenta, no le importaba si alguien pudiera verlos, o si el murciélago estaba sin la máscara... o sin algo más.
El hombre se sacó el traje, dejando al descubiertos sus músculos, pronto los de todo su cuerpo. Selina subió sobre su fuerte y tonificado abdomen, mojando inevitablemente con los fluidos de su húmeda cavidad la piel de su compañero, quien con sus manos no deja de recorrer con éxtasis las curvas de su cintura, sus caderas y sus nalgas. Ella retira lentamente la trusa que cubre el bulto de su miembro, dejando ver un gran y jugosa erección. Selina se mordió los labios y bajó hasta la pelvis de su amante para comenzar a lamer la virilidad del hombre murciélago. Jugueteó con su lengua y la punta del glande. Bruce no pudo evitar cerrar los ojos ante el incesante deseo de que siga, y siga. Ella lo introduce hasta el fondo de su boca, chupándolo de arriba a abajo, una y otra vez, observa como los músculos de su abdomen se contraen y sus manos hacerse puño, hasta que a él ya le es imposible suprimir sus gemidos. Y ella los disfruta como la melodía que empodera a cada parte de su ser.
Bruce una vez más vuelve a retomar el control y se sube a ella, quien se aferra a su espalda, a la vez que una de sus manos se deslizan por su nuca para sujetarle fervientemente. Ella puede ver en su mirada el deseo y la pasión que nublan su mente como un inmenso océano del que, sabe de sobra que, no anhela escapar. Y comienza a penetrarla, lentamente su miembro entra en ella, empieza a sentir su calor que termina por volverlo loco, la humedad de sus paredes que lo comprimen y le hacen perder la cabeza, a la vez que sus embestidas se vuelven más y más fuertes. Su compañera clava las uñas en su espalda, tantas son las sensaciones en su cuerpo que siquiera se da cuenta que lo hace. Y gime. Gime cuando Bruce llega al interior más profundo de su ser una y otra vez. Gime por tenerlo piel a piel en una intimidad que supera cualquier otro acercamiento. Y él se corre.
Wayne se deja caer sobre los charcos de agua que le refrescan gratamente, y su respiración poco a poco regresa a la normalidad. Selina en ese momento comienza a colocarse la ropa sin el menor reparo de dejarle ahí solo. Apenas logra reponerse cuando anuncia.
—Ahora si me disculpas, tengo unas joyas que acomodar en mi tocador.
—¿Te refieres a esto? —en ese momento Bruce, con una gran sonrisa de oreja a oreja, alza la bolsa con las joyas.
Ella tan solo le reprocha con la mirada.
—Quita esta estúpida sonrisa —responde a la vez que vuelve a sentarse a su lado.
...
A la mañana siguiente Bruce bajó, en bata y pantuflas a prepararse un café, mientras tarareaba y discretamente se movía al ritmo de "Back in Black, de AC/DC".
Dick, Jason, Tim y Damian, al verlo, de inmediato voltearon a observarse unos a otros y de inmediato guardaron silencio.
—¿Qué está pasando con él? —susurró Jason.
—Yo creo que está deschavetado —respondió Damian.
Alfred estaba también ahí, enterándose de todo, absolutamente todo.
—¿Por qué todos están tan serios hoy? —cuestiona el adinerado al verlos casi estupefactos.
—Por nada —respondió Dick elevando la mirada al cielo —... Tan solo nosotros iremos, digo, a estar en otro lado.
—Sí —contestó Tim al instante —no queremos molestarte otra vez.
Y casi que en fila India los Robin encaminaron sus pasos.
Alfred esbozó una gran sonrisa que reafirmaba sus sospechas.
—¿Se divirtió anoche, amo Bruce?
Los chicos se detuvieron en seco, chocando unos contra otros.
—No lo sé —contestó como quién se hiciera el ingenuo—. Quizá. Es probable. Tal vez.
—Espero que al menos haya usado profiláctico —comentó casualmente el mayordomo a la vez que se alejaba a seguir con su trabajo, dejando a un Bruce con los ojos abiertos de par en par.
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Batfamily en Cuarentena
Fiksi PenggemarNosotros no somos los únicos en pasarla mal en estos días. La Batifamilia también se ha declarado en cuarentena total. Nadie puede salir de no ser por asuntos de vida o muerte. ¿Podrá Damian pasar esta cuarentena sin asesinar a Tim? ¿Podrá Jason no...