Prólogo

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Mi nombre es Sophie, y soy humana. Totalmente humana; o eso creía.

Bien, mi historia comienza cuando mis padres, a mis dieciséis años, me OBLIGARON a que nos mudásemos de Toulouse (Francia) a Salamanca (España). Y todo esto me habría encantado (las vistas son geniales, hay un paisaje encantador, la casa está a dos calles de la universidad, la gente es majísima...) si no fuese porque la razón por la que lo hicieron fue para que, según ellos, estuviésemos más cerca de mis tíos, que viven en Madrid.

Y si yo me lo hubiera tragado, sería feliz: adoro a mis tíos. Pero la verdadera razón por la que se mudaron fue por otra cosa. Mi prima.

ODIO a mi prima. Y tengo mis razones. Y no son sólo el que aún no la haya perdonado por romperme todos mis peluches (a excepción del señor panda, nunca dejé que jugara con él), ni porque ella, al hacer eso, nunca la castigaban (¿¡Es que tanto costaba ver que lo hacía aposta!?) y cuando yo lo hacía sin querer, sí me castigaba y, para colmo, le compraban uno nuevo; ni porque nunca repongan lo que ella me rompía. No, no la odio por eso.

La odio porque siempre me ha echo la vida imposible. La atención de mis padres siempre a sido para ella, y sé que habrían querido tenerla a ella de hija en vez de a mí: mi entras que ella es alta (1'75), tiene unos ojazos azules, pelo castaño larguísimo y liso, tiene la piel "blanca y tersa como si fuera de porcelana" (según mi madre), y saca notazas; yo soy más bien bajita (1,59) , tengo el pelo negro ondulado a la altura de los hombros, mi tono de piel es normal, y mis ojos...digamos que a la gente le suelen causar impresión: uno es azul hielo, y el otro es castaño chocolate/coca-cola, granate según cómo le dé la luz.

Pero lo peor es que yo nací unos días antes que ella y, como por alguna razón ella es más importante que su propia hija, nunca, y he dicho NUNCA, han celebrado mi cumpleaños. Ni si quiera me han dado un triste regalo. A lo máximo que llegan es a que algunos años, pasado aproximadamente un mes desde mi cumpleaños, se acuerdan de éste y me dan una triste tarjeta de felicitación (si, de esas tan cutres que les dan a los niños pequeños) y creen que ya está todo arreglado. Y no sé vuelve a hablar del asunto hasta la tarjeta siguiente.

Vale, algunos dirán que no hay que ser tan materialista pero...¿¡TANTO LES CUESTA RECORDAR EL CUMPLEAÑOS DE SU HIJA!? ¡Que no soy la vecina de al lado! Y solo ha habido una persona en mi vida que lo haya recordado, pero se fue de mi colegio en Francia hace tres años.

Y bien, la historia comienza justo tres meses después de la mudanza, casualmente el día de mi cumpleaños...

La caja metálica-(Cazadores de sombras) (LCM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora