Capítulo cincuenta y cinco: Alma gemela.

1.3K 146 9
                                    

—Mi niño. ¿Cómo estás?—preguntó ella, su voz sonando suave y apagada.

—Eso debería preguntártelo yo—sonrió caminando hacia ella—, pero estoy bien, han pasado un par de cosas, sin embargo, ya todo está bien.

—Me alegra escuchar eso, y no te preocupes por mí, estoy perfecta.

Joaquín asintió viendo hacia su abuela, definitivamente no lucía como recordaba. Antes siempre fue una mujer llena de vida, por más que su cabeza estuviera repleta de aquellos cabellos blancos que le delataban.

—Quería contarte de algo, o más bien de alguien—mencionó, no podía ocultarlo estaba nervioso.

—¿Si?, ¿de quién se trata?—preguntó interesada, dejando a un lado lo que tenía en sus frágiles manos.

—Alguien realmente especial para mí—murmuró, su mejillas cambiando a un color más cálido.

La mujer entendió todo con rapidez, simplemente al escuchar su voz y ver el brillo en su mirada.

—¿Hablas de tu otra mitad?

—Podría decirse que sí.

—Oh, estupendo—se alegró, siempre quiso que su nieto fuera feliz—, ¿dónde está?, cuéntame todo, es algo muy importante.

—Vino conmigo, de hecho—miró hacia la puerta, sabiendo que estaba cruzando esta.

—¿Pues qué esperas?, que pase.

Asintió hacia ella y salió encontrándose directamente con Emilio, el cual estaba en el celular escribiendo lo que parecía ser un mensaje largo.

—¿Con quién hablas?—preguntó curioso en un volumen bajo. 

—Diego—contestó—, le dije que no podríamos ir hoy a la escuela.

—Está bien.

—¿Tan rápido hablaste con tu abuela?—inquirió con una ceja alzada después de guardar el móvil en su bolsillo delantero del pantalón.

—Oh, cierto—sus ojos se abrieron con sorpresa, pareció recordar—. Ella quiere conocerte.

—¿De verdad?

—Si, no sé cómo reaccionará, así que...

—Seguro será un ángel como tú—afirmó sin dudas, luego extendió su brazo—, vamos.

Ambos se tomaron de las manos, entrelazando sus dedos en una caricia.

—Buenos días—saludó el mayor al pasar el marco de la puerta.

—Hola muchachito.

—Emilio Osorio Marcos, un gusto—se presentó con una leve reverencia al estar separados.

—El gusto es mío—le dijo—. Así que, ¿cómo se conocieron?

Ambos sonrieron y se sentaron junto a ella. Tal vez su historia no era un cuento de hadas, pero era suya, aquello ya lo hacía especial en mil maneras.

—En la escuela, mi amiga me pidió de favor hablar con él e intentar hacerme su amigo para ayudarla a conquistarlo, porque sí, a ella le gustaba Joaquín, muchísimo y la entiendo, su nieto es simplemente alguien increíble—reconoció volteando hacia este, el cual le sonrió en agradecimiento—. Sin embargo cuando fueron pasando los días me di cuenta que algo comenzaba a cambiar, no recordaba siquiera el "plan inicial"—hizo comillas al aire con algo de vergüenza—, solo pasaba el tiempo con Joaco y poco después me di cuenta que terminé...

—Accidentalmente enamorado—terminó la frase el menor. 

—Exacto—sonrió mostrando sus adorables dientitos de conejo—, Joaquín es simplemente alguien que se adentra en ti hasta llegar a tu corazón.

—Emilio...

Ambos se miraron a los ojos, sin decir una palabra más, adentrándose en aquella burbuja que los transportaba a su propio mundo, uno hermoso donde sólo existían ellos dos.

—Mi sol, ¿me dejas con tu novio un momento?—le pidió su abuela sacándolo de su ensoñamiento.

—Claro que si—respondió moviendo sus cabeza de arriba hacia abajo—  iré con mamá a ayudarle a preparar el desayuno.

El chico desapareció tras otorgarles una enorme sonrisa, al salir no pudo evitar soltar un gran suspiro.

—Bien, iré al punto—Emilio asintió prestando total atención—. Sé que estoy vieja, no me queda mucho tiempo, así que me alegra haber logrado conocerte.

—Opino lo mismo.

—Aún no termino—le dijo—. En mis tiempos una relación como la suya podría ser castigada con muerte por la propia sociedad—el chico tragó pesado al escuchar aquello—. Yo fui una de las personas que luchó para terminar con ese odio irracional. Aunque sé que allá afuera aún queda gente malvada que llegará a tratar de hacerles daño. Y te pido de corazón que se cuiden y protejan, pero sobre todo que sean valientes.

—Le prometo que cuidaré de él y nunca lo dejaré, lo amo como no tiene idea, es inimaginable lo que me hace sentir con solo una mirada—estableció, su voz sonando completamente decidida.

—Confío en ti chico—murmuró guiñándole un ojo—. Gracias, puedes irte. Llama a Joaquín y regresa con él, quiero abrazarlos a ambos.

El rizado asintió y fue en busca del castaño, lo vio sirviendo algo en una tetera de porcelana blanca con figuras en azul, le hizo una seña con la mano y este enseguida entendió. Ambos regresaron juntos a la habitación.

—¿Qué pasa?—preguntó a la mayor.

—Vengan—pidió estirando sus brazos.

Se acercaron a esta, y se dejaron abrazar con felicidad.

—Nunca dejen que su amor se marchite—pidió con voz temblorosa—. Puedo sentirlo y es real. Son almas gemelas.

Ambos chicos asintieron, sus corazones latiendo sincronizados, como si fueran uno solo.
















*

Tardé más de un mes en actualizar, perdón, pero esta historia perdió el rumbo en algún punto, o más bien yo lo hice, me fue difícil escribir este capítulo, tal vez no era lo que esperaban, lo siento algo forzado.

Falta poco para que termine, ya tengo el final y epílogo en mente...

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora