Alas.

No me pidas que me quede si tú no fuiste capaz de verme más allá del reflejo de mi espejo,

no me pidas que te coja de la mano cuando tus pasos sobre el escenario tambaleen de miedo, si tú no fuiste capaz de guardar cada susurro de esperanza en medio de el caos.

No me pidas que te abrace cuando te des cuenta de que tu alma desolada no era más que un arma de doble filo, si tú jamas fuiste capaz de sentir el tacto frío de un cuaderno cuando mi lapicero lloraba lágrimas de tinta.

Tampoco me pidas una plegaria ante tus pies como si de un gusano se tratase si tú nunca te atreviste a mirarme a los ojos, pero no los de mi cara, sino los de mi alma.

Es un día triste que se esconde tras una máscara de felicidad intermitente. 

Perdona si bajo el susurro de un alma rota se enfrían mis manos y deciden ponerle el anillo a los dedos inmortales de la muerte.

No necesito que mi vida se resuma en besos, mucho menos en versos hacia alguien que no supo curar las cicatrices que se encontraban bajo una piel rota de batallas.

Solías decirme que tenías miedo a las turbulencias, y yo no fui más que un triste salvavidas que en mitad del vuelo fue tirado al vacío.

La gélida noche me susurra que hay vida tras la muerte, y no estoy segura si después de ti hay algo más que una sonrisa rota.

Sólo estoy segura de algo, llevo aferradas en los lunares de mi espalda las alas, sólo estoy segura de que en cada ostia de cada vuelo seguirán intactas.

Nadie podrá robarme aquello por lo que lucho cada día, aunque a veces sólo quieras arañar las calles en busca de un resquicio de vida,

sólo queda eso que nadie podrá arrebatarme,

la libertad.