Capítulo 2: Un jugador inesperado.

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Pasaban los días buscando local de manera desesperada, pero no había manera de encontrarlo, siendo esto de vital importancia para poder empezar con el grupo de teatro, entonces sonó mi teléfono, se trataba de mi mejor amigo de la infancia, Ricardo, con quién había perdido contacto un año antes debido a discusiones políticas.

Me llamó con intención de reproche, como no podría ser de otra manera, pero al conocer mi situación no dudó ni un segundo en mostrarse dispuesto a ayudar siempre y cuando le valorase un poco más de lo que hacía, eso era lo único que quería, que me comportase como un verdadero mejor amigo y que le escuchase y así fue como los dos encabezamos la lucha por sacar adelante la iniciativa.

En cuestión de una semana encontramos un local de una vieja asociación dispuesta a compartirlo con nosotros, y allá fuimos, ese mismo día nos pusimos a contactar con todos nuestros amigos para que se animasen a sumarse a la iniciativa, enviamos mensajes por whatsapp a todo el mundo. 

Llegó el tan ansiado primer día de ensayo y eramos veinte personas, todos amigos y amigos de amigos, también estaban los adolescentes del Liceo, Ricardo consideró evidente que la dirección del grupo debía encabezarla yo pues dentro del desconocimiento yo era el que más había estudiado entorno a ello, me puse muy nervioso,recuerdo que hablaba muy bajito y a la gente le costaba oírme. 

-Deambulamos por la sala. - Dije en voz casi inaudible, nadie hizo caso porque no sabían lo que había dicho.

-¡Que dice Javi que caminamos por el espacio! Venga. - Dijo mi amiga Llara. - Tienes que imponerte más chico, que no se escucha nada.- Me susurró. -Bajar el volumen de la música ambiental también ayudaría.- Sentenció. 

Esa fue la primera de tantas cosas que aprendí a la vez que enseñaba y nunca más cambié la frase que había dicho Llara, ¨Caminamos por el espacio¨.

Pasaron los meses y las clases de teatro fueron avanzando, cada vez eramos más y hasta gente del barrio se sumaba a ellas, entonces Ricardo y yo consideramos que sería interesante dar clases de apoyo a adolescentes y aumentar así la labor social que hacíamos, nos pusimos a ello.

Pegamos carteles y conseguimos un voluntario para ayudarnos, Nacho, los primeros días en aquella clase no había nadie, todo era un silencio donde solo la maquina de café nos entretenía a los 3 de 4 a 6, hasta que una madre entró por la puerta.

-Buenos días, vengo con mi hijo a ver si podéis ayudarle y luego, si lo veis bien podría venir su hermana.  - Dijo. 

Los tres dijimos que sin problemas, que adelante, y con ellos empezó todo, fueron los primeros adolescentes a los que dimos clase particular, Dani y Paula.


El contador a cero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora