El guerrero estaba desquiciado. A pesar de su supuesta superioridad física, era incapaz de atrapar a la elfa, por no hablar de la felina o la azor. Era increíblemente rápida, además de que las plantas jugaban a su favor.
Enredar podía atraparlo o zancadillearlo si no tenía sumo cuidado. A su vez, Ramas Traviesas provocaba que continuamente tuviera que luchar contra ellas, mientras que se apartaban del paso de su presa.
Para empeorarlo, a veces ésta era capaz de saltar entre los árboles con la ayuda de lianas, con una agilidad y precisión que lo dejaban estupefacto. No podía imaginar que aquello también era una habilidad llamada Tarzán, pues, ¿quién iba a aprender algo así?.
Muchas veces, entre liana y liana, se detenía para disparar poderosas Flechas de Viento, en grupos de tres bastante seguidos. Era imposible esquivarlas todas, no sólo por su rapidez, sino porque su trayectoria iba variando por el camino. Además, por alguna razón, parecían ahora un poco más fuertes que antes, se clavaban medio centímetro más.
Sabía también que los dos animales estaban al acecho, esperando una oportunidad, y él se estaba debilitando. No sólo tenía numerosas heridas, sino que estaba empleando todas sus energías en perseguirla.
Decidió detenerse detrás de un árbol y tomarse una poción para recuperarse de sus heridas.
–Poción– avisó la azor, compartiendo la visión con su hermana.
De las seis veloces flecha normales, con Acelerar y Disparo Curvo, dos lograron hacerse paso entre la maraña de árboles y atravesar el recipiente, para sorpresa del guerrero.
–Maldita sea. ¿Cómo ha podido acertar? ¿Cómo ha podido verme?– maldijo, atónito.
Intentó entonces tomarse la de energía, protegiéndola con sus manos, arriesgándose a ser herido. Sin embargo, Goldmi lo había estado observando y había disparado tres flechas para formar una Trampa de viento alrededor de él. El daño que le produjo no fue mucho, ni tardó en librarse de ella, pero la poción quedó hecha añicos.
–¡Mierda!– exclamó, enfurecido.
Estaba planteándose seriamente huir de aquella batalla imposible, donde sus habilidades ofensivas le eran inútiles cuando no podía alcanzar a sus enemigas. Incluso con la diferencia de nivel, poco a poco estaba siendo derrotado.
De repente, varias flechas impactaron en él. Había cometido el error de quedarse quieto tras el árbol, dando tiempo a la arquera a usar Billar con varias Flechas de Viento. Rebotaban en los troncos de los árboles, no dándole tiempo a reaccionar al rebotar por última vez en diferentes árboles cercanos.
Invirtiendo bastante maná, Goldmi había formado una especie de telaraña, donde las flechas rebotaban frente al guerrero, impidiéndole moverse si no quería verse atravesado, aunque igualmente acababan apuntando a él. Había unas treinta Flechas de Viento, que, junto con Billar, implicaba gastar gran parte del maná que había recuperado huyendo.
En apenas un instante, el guerrero decidió huir de allí, atravesando el mar de flechas. Sin embargo, aunque no había vacilado más de un momento, dicho momento fue suficiente para que varias raíces, algunas de las cuales ya se habían alzado tras el árbol previamente, lo atraparan, atándolo al árbol y capturando sus piernas y brazos.
Estaba indefenso cuando las flechas impactaron en él, apuntando a su rostro y brazos. Así, sus piernas quedaban fuera de la línea de fuego, lo que fue aprovechado por la lince para atacar, mordiendo y Desgarrando las zonas donde la armadura estaba más maltrecha.
El guardaespaldas del príncipe se arrepentía en aquel momento de haber intentado capturar a la elfa, maldiciendo a su vez a su señor. Reunió toda su energía para liberar sus brazos, pues con estos atados no podía usar ninguna habilidad. De todas formas, no tenía muchas a su disposición sin el hacha, totalmente desaparecida, al igual que las armas de sus fallecidos compañeros. De hecho, Goldmi había pasado por la zona en la que su hermana las había escondido y las había recogido, evitando así que pudieran ser encontradas.
La lince se apartó, esquivando un Gancho de izquierdas, una de las pocas habilidades que podía aún usar, mientras la azor lo vigilaba desde un árbol cercano.
Estaba cubierto de sangre, lleno de heridas, con flechas clavadas que aún no habían desaparecido, y que seguían cortándolo con el poder del viento. Además, no podía caminar, pues tenía una pierna destrozada. Sólo era cuestión de tiempo que acabaran con él, aunque era peligroso si se acercaban, y a la elfa no le quedaba mucho maná.
Fue entonces cuando, de repente, apareció un lobo nivel 50, de la mitad del tamaño de la lince. Su pelaje era marrón y negro, y tenía un solo ojo. Era lo que llamaban un lobo cíclope, un depredador cuyo mayor peligro no estaba en sus habilidades, sino en que no cazaba solo.
Pronto apareció otro, y otro, y otro. No tardaron en ser más de veinte, que se aproximaban al hombre malherido, mientras que gruñían a la lince con hostilidad, reclamando para ellos la presa.
Ésta simplemente dio media vuelta y se marchó hacia su hermana, saliendo ambas de allí, mientras que los lobos hostigaban al guerrero, atacando desde todos los ángulos, pero sin tirarse encima.
Estaban cansándolo, esperando que la presa herida gastara toda su energía. No tenían prisa, lo tenían rodeado. A pesar de la diferencia de nivel, el número y el estado de éste hacían de su huida algo imposible.
Así, elfa y lince salieron de allí, con precaución, al mismo tiempo que Curación Básica sanaba los golpes y heridas de esta última. Mientras, un ave blanca observaba el desenlace, asegurándose de que no sucediera nada inesperado.
Cuando se hubieron alejado lo suficiente, invocó un Hogar Vegetal para recuperar fuerzas y comer algo, momento en el que la azor les informó de que el último de los guardaespaldas había muerto. El aumento de experiencia lo confirmó.
–Puedes esperarnos a que salgamos. Nosotros estamos comiendo unos pastelitos de crema hechos por nuestra hermana elfa– la provocó la lince.
–¿¡Comida hecha por nuestra hermana!? ¿¡Cómo la que nunca pudimos probar!?– preguntó la azor albina, incrédula.
–Esa misma. Es deliciosa. Desde hace meses que no como otra cosa– siguió regodeándose la felina.
–¡Voy para allá!
No tardó más de unos segundos en aparecer justo encima de su escondite, que la elfa tuvo que abrir para que entrara. No estaba muy segura de que un ave pudiera tolerar esa comida, ni que pudiera comer demasiada.
Sin embargo, pronto descubrió lo equivocada que estaba, mientras el ave devoraba su sexto pastelito, el tercero de chocolate, por no hablar de las hamburguesas previas.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...