Dos miradas, un pincelazo de curiosidad.
Una mañana, una tarde, un solo día.
Un café, un té, azúcar para el momento.
Conversaciones atrevidas sobre el desnudo de la mente con un tacto delicado como el jardín de los cielos.
Deseo cauteloso, curiosidad desbordante, atracción hacia lo desconocido.
Un desvelo celeste, sus manos son refugio, su mirada perdición bendita.
Su trayecto favorito es sobre su piel con aroma a petunia.
El sol adorna sus pupilas, el viento ondea su sonrisa, el atardecer degusta la ocasión.
Caminan de la mano sin tocarse, la timidez esta presente, las ganas, desde siempre.
Su pelo es como el mar, toma todo a su paso y borra cada huella de disgusto.
Su voz es agradable como la neblina de un amanecer templado, afinado, apetecible.
Su compañía el mejor obsequio, infusión que apacigua.
No importa si el verbo no esta conjugado, lo imperfecto me fascina.
El pasar de los días se ha vuelto imperceptible, pues contigo amor he perdido la noción de todo.
Me he nutrido con tu néctar, la complejidad de lo sencillo es inaudito.
En el pasado andaba a la suerte, como hoja de otoño en el viento.
Muero de ganas porque lo nuestro sea eterno, al menos un segundo en tus brazos.
Te recito murmullos, te canto al son de los latidos de mi corazón.
No te diré que por ti bajaría la luna pues no me gusta mentir... aunque por ti lo intentaría.
La eternidad de tu presencia me complementa, aunque efímero sea para ti.
Las estrellas me guiñan el ojo, al parecer estoy en el lugar indicado.
El destino es una encrucijada preciosa aunque a veces este maldita.
Siempre serás mi jaque mate preferido, el más mortal, en caso de que ya no estes.
Sin importar buenos o malos momentos, te quiero, eres el reflejo azul de mi cielo.
El anillo de mi ser, la calidez de mis suspiros.
He encontrado lo que algunos mendigan, un amor inconmensurable, comprensión colorida, fue tan simple caer en las redes de tu querer que recuerdo aquel día donde el universo fue testigo de cómo un beso nos unió para siempre.
