Benedict la miraba en silencio, mientras ella lloraba, y le relataba las peripecias que conformaban su vida.
Odiaba ver a la gente llorar, era un acto desagradable que solo demostraba lo débiles que eran los seres humanos, además de inútilmente sentimentales.
Era un ser frío, que con externo estoicismo escuchaba las palabras que ella pronunciaba, las cuales, para su sorpresa, removían dentro de sí más de lo que le habría gustado.
—¿Y qué has sabido sobre la sentencia? —preguntó Ben con desconcierto—. Es obvio que deben darle la pena capital, lo que hizo es imperdonable.
—Nada... —musitó ella con la mirada gacha—. Llamé al abogado hace unos días, y dice que ha habido problemas con el sistema judicial local, por lo que quizás hagan el juicio a final de mes...
—¿Y por qué no decidiste ser parte de ello? —inquirió él, sin tacto alguno.
—Habría sido muy doloroso para mí... —habló ella con tristeza—. No quiero volver a verlo nunca, tengo otras metas ahora, otra forma de vivir mi vida... es mejor así...
Él la miró en silencio por algunos segundos.
El dolor. Algo personal, un concepto abstracto y subjetivo, eso significaba aquella palabra para Benedict, y era esa misma definición la que lo empujaba a preguntarse, ¿Cómo puede dolerme algo que no tiene relación conmigo?, ¿por qué he de sentir propio un martirio que no me acontece?
Extraño, fue lo que pensó, dando por zanjado el tema en su cerebro.
—¿Cómo terminaste en Londres, estudiando en el Imperial? —interrogó de pronto, rompiendo el silencio.
—Gracias a Tom... —habló ella con una pequeña sonrisa en sus labios—. La persona con la que vivo... tengo una especie de relación con él... y consiguió que me becaran en la universidad...
—¿Cómo un sugar daddy? —bromeó Ben sonriendo.
Ella soltó una risa.
—No... es demasiado joven para ser uno... o eso creo... —comentó divertida.
—¿Cuántos años tiene? —preguntó él.
—Treinta y siete...
—Sí, es muy joven para eso... —puntualizó el inglés—. ¿Y cómo lo conociste?
—Nos conocimos en Charlottesville, él estaba por trabajo en la ciudad, e iba frecuentemente hasta el local en donde yo trabajaba, las cosas se dieron y... bueno, es un gran sujeto, estoy muy agradecida de todo lo que ha hecho por mí...
Benedict asintió mientras miraba a la muchacha.
—Deberíamos comenzar a trabajar, ¿no crees? —murmuró ella.
—Eso... puede esperar... —respondió Ben.
—De todos modos, no me siento muy bien... —tomó otro pañuelo desde la caja que le había traído el británico—. Lo siento...
—Sí, está bien... te entiendo... —musitó él.
—Gracias, lo aprecio de verdad... —expresó la mujer mirándolo—. No es fácil para mí hablar de esto...
—Imagino que no, es terrible... podrías escribir un libro, yo lo leería...
Amelia rió.
—No escribo muy bien... lo dejo para aquellos que sí saben de letras...
Ben solo se encogió de hombros.
—¿Y qué hay de ti? Debes tener una historia... —preguntó la muchacha con interés.
ESTÁS LEYENDO
Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...