7. La Luna del Cazador

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Después de correr unas cuantas cuadras, llegaron a una zona más alejada de las luces de la ciudad y el ruido de los autos. Se detuvieron en la puerta de una casa baja de un piso, con ventanas de madera enrejadas y alguna que otra planta marchita. La puerta estaba destrozada ya que Sammuel y Jeremy habían irrumpido en ese pobre hogar. Jace estaba por seguirlos cuando alguien lo agarró del brazo. Vicky.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué me seguiste? —inquirió Jace en susurros.

—Claro que te seguí, saliste corriendo de la nada. ¿Estás loco? —respondió ella de la misma forma.

Jace la escrutó. La oscuridad de la noche hacía que su cabello se viera más platinado, casi blanco. Los rasgos de su rostro parecieron afilarse.

—Esos tipos, los conozco. Fueron los que mataron a mi padre. —El semblante de Vicky pasó de confundido a consternado mientras que el de Jace se endurecía. —Tenía diez años y lo mataron frente a mis ojos. Su sangre llegó a mis pies. —Sacó una espada de su cinturón de armas. —Debo corregirlo.

Algo se quebró adentro suyo al imaginarse a un pequeño niño, horrorizado, contemplando la sangre de la persona que lo había criado. Solo.

—Jace... —Le agarró el brazo con suavidad; ella más que nadie lo entendía.

Jace se soltó con brusquedad, como si le hubiera dado corriente eléctrica.

—Vuelve al Instituto —ordenó, sin mirarla.

—¿Qué?

—¿No los escuchaste? Te quieren. No sé para qué, pero si yo fuera tú, no me quedaría a averiguarlo.

—¿Entonces tú lo averiguarás por mí?

Vicky se cruzó de brazos. Jace se volteó bruscamente.

—No sabes de lo que son capaces. Si algo te...—Se detuvo a la mitad de la frase y sacudió su cabeza, como si quisiera apartar una idea de su mente. —Vuelve al Instituto.

—No —objetó con firmeza—. No voy a dejarte solo.

Jace se le acercó aún más, penetrándole el alma con sus ojos dorados.

—Tengo que hacer esto. Yo solo. Este no es tu problema, es mío —habló lento y claro. Dio un paso hacia atrás. —Te dije que te fueras.

—Y yo te dije que no iba a dejarte solo —reiteró con calma y le sacó un cuchillo de su cinturón de armas—. Olvidé mi cinturón.

Jace puso una expresión de horror.

—Corres peligro. ¿Y para colmo estás desarmada?

—Tú también corres peligro —repuso e imitando su actitud previa añadió—: Y esta es mi decisión, no tuya.

Jace ya estaba resignado, no había forma de sacarla de ahí. Hizo un ademán para atravesar la puerta y se chocaron en el umbral. En otra situación hubiera sido gracioso.

—Perdón, es costumbre —se disculpó Vicky. Jace la observó por un segundo y luego de dejarla pasar, entró seguido de ella.

Podían ver una cocina con objetos desparramados aquí y allá, al igual que en la propiedad anterior. A su izquierda estaban a la vista los muebles rotos de una sala pequeña. Más al fondo de la casa, se encontraba un patio pequeño donde un hombre estaba amarrado a una silla. Frente a él estaban Sammuel y Jeremy. Jace y Vicky se escondieron detrás de un sillón y Jace dibujó una runa para poder ver a través de este.

Los Hijos del CírculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora