El dolor

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Las lágrimas estaban por caer, pero por suerte Marinette sabía controlarse al menos hasta ese momento. La mestiza miraba la calle, buscando desesperadamente alguna señal de Gabriel.

Decirles a sus padres que saldría después de semejante ataque depresivo que había presentado en los últimos días fue un martirio. Principalmente porque sus padres ya habían escuchado rumores de que su amada hija estaba saliendo con un hombre mayor, muy mayor, y que estabam teniendo una aventura maravillosa y llena de lujuria. ¡Incluso sus padres escucharon el rumor de que su amada pequeña se había practicado un aborto! Pero eso último, al menos, no era cierto.

Cuando su papá la encaró para preguntarle si era cierto de que estaba saliendo con alguien que bien podría ser su padre, ella solo bajó las escaleras lo más rápido posible. No creía que ese día llegaría, el día en el que todo París se enteraría de su romance con Gabriel Agreste, y todo porque ella había cometido la tremenda estupidez de contarle a alguien. Se sentía terrible, pero al menos tenía el alma con descanso, y de ello había un poco de paz... una paz en medio de una tormenta de emociones, que cada vez parecían romperla un poco más, levemente, con delicadeza, pero sin pausa.

Vio el auto de Gabriel a la distancia, corriendo cada vez más hacia él. Finalmente, mal estacionado, se detuvo, y ella se subió con prisa, pero no se atrevió a mirarlo. Miraba sus manos, cuales temblaban impacientes por un poco de calma, ansiosas por tocar la cara de Gabriel.

—Iremos a hablar, Marinette— dijo él, comenzando a conducir.

Marinette aún no se atrevía a mirarlo, y menos ahora que la había llamado por su nombre.

—Gabriel...— susurró ella con su acento francés tembloroso, casi tanto como su alma —Antes de llegar a donde sea que vayas, necesito saber una cosa—

—¿Qué?—

—¿Me amas, Gabriel Agreste?—

Gabriel detuvo el auto, tomó por el mentón a Marinette y la obligó a mirarla.

Fue ahí cuando ella agradeció no haberlo hecho en todo el camino. Él se veía destrozado, con su cabello platinado revuelto, los gigantes ojos azul cielo llorosos y una mueca de disgusto. Sumamente triste, extrañamente guapo.

—Te amo, Marinette Dupain-Cheng. Te amo como nunca he amado y como nunca amaré. Rompiste mis reglas, y te convertiste en todo lo que deseaba, a tal punto en el que podría mandar al carajo a mi hijo y a su estúpida esposa por estar contigo— tiritó, con la respiración agitada, regresando al volante, conduciendo de manera calmada, demostrando así que incuso con su cabeza hecha un desastre, podía controlar sus emociones y tener cuidado con su novia.

¿O exnovia?

Llegaron a un lugar hermoso: un mirador. Gabriel Agreste detuvo el auto y se bajó, a lo que Marinette repitió su acción y corrió tras él, antes de ver como se ponía en cuclillas y comezaba a llorar. Marinette se quedó congelada. ¿Gabriel Agreste llorando? Fue ahí cuando ella no aguantó y comenzó a llorar también.

Al escucharla, Gabriel se levantó y guardó algo de comportura.

—Marinette— decía él, girándose hacia ella, limpiándose las lágrimas —Puse en riesgo mi trabajo por ti, mi amado hijo ahora está en mi contra y todo París se cuestiona si soy digno del prestigio que mi marca tiene. ¿Y sabes qué? todo valió la pena. Muchas gracias, Marinette—

Esas palabras, tan secas y gentiles, supieron a amargura pura para la dulce señorita.

—Gabriel... no te vayas, por favor—

—¡Pero claro que me iré de tu vida, Mari! ¡Amarte fue lo mejor que me ha pasado, pero todo en exceso destruye, y adivina quien está hecho pedazos! ¡Yo!—

—¡¿Crees que esto es un juego para mi?! ¡Gabriel Agreste, dijiste que nos casaríamos!—

—Eso era cuando tenía en mente que quizás en unos años todo iría bien. Pero todo está roto ahora, Marinette. Incluso lo que siento en estos momentos es...—

—¡¿Es qué?!—

—¡Confuso!—

Marinette apretaba tanto los dientes que las encias le comenzaron a doler. Maldijo en su corazón cada momento que pasó junto con él, todo: el haber perdido la virginidad con él, el haberlo amado, el haberse acercado a él cuando era una pequeña e inocente jovencita... y haberse mostrado débil ante él.

Gabriel Agreste se acercó para tomarle de las mejillas, alzándola incluso de lo fuerte que la sujetaba. La miraba con rabia, con ira, con.. dolor. Pegó su frente a la de ella, y no dijo nada. Quiso besarla, pero su moral se lo impedía.

Ella alzó los labios, pero él se hizo a un lado.

Dolor.

—Es hora de terminar con esto, Gabriel— dijo ella, dándose la vuelta —iré a casa andando—

—Estás muy lejos de tu distrito, tonta—

—¡Pues tomaré el metro!—

Gabriel subió a su auto y salió del lugar. Marinette entonces, en su soledad, aprovechó para hacer algo que nunca creyó hacer: tomó su teléfono, y llamó a Adrien Agreste.

Sonó una vez, dos, tres...

—¿Sí?...— contestó Adrien, con voz somnolienta

—¡Adrien Agreste!— gritó Marinette, intentando tomar aire a como podía —¡Te lo ruego, no me perdones a mí, pero debes perdonar a tu padre!—

Silencio.

—Marinette, ¿acaso me estás diciendo de que lo que escuché es cierto? ¡¿Te metiste con mi padre?! ¡Bastarda!—

—¡Me interesa una mierda lo que opines de mi, Adrien! ¡Solo tienes que escucharme bien! ¡Tu padre, a quien amé con toda mi alma, jamás hizo algo malo para mi! ¡Es más, me devolvió eso que tanto quería! ¡La vida!—

—¿Esperas que lo perdone? ¡Se metió con una amiga!—

—No se metió, imbécil. Se enamoró—

Y dicho eso, colgó la llamada.

La señorita Dupain-Cheng llegó a casa con tantas ganas de dormir que apenas estuvo en su habitación, se soltó llorando para poder dormir cómodamente. No sin antes, claro, deshacerse de su ropa, acariciar cada una de las zonas que Gabriel le había besado y maldecirlas con todas sus fuerzas.

Marinette, después de un tiempo, se enteró que efectivamente, la marca de ropa Agreste había ganado la demanda y que ahora su amado ya no trabajaría como profesor. Y claro que lo agradecía, porque de verse, la joven no aguantaría un día en la escuela.

Todo se había roto... exceptuando una cosa grandísima.

El destino.

"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora