Capítulo 2.

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Natalia:

Me siento ebria, o en realidad, me siento con resaca y ni siquiera he tomado una gota de alcohol esa noche, menos la anterior. La nefasta fiesta había transcurrido hace dos días y desde entonces, Denise no me hablaba más de lo necesario. Ella alegaba que la había dejado sola cuando le había prometido estar a su lado durante el evento.

La enojada debería ser yo, cuando ella fue la que me abandonó en medio de la nada y se embriago cuando prometió que no lo haría. Era una descarada que se había enfurecido por si sola, y por si sola debía dejar de estarlo.

Ahora, volviendo a mi sentimiento de resaca. No, este no derivaba de una enorme ingesta de alcohol, sino que respondía a las largas horas de insomnio a las que me había sometido durante todo el fin de semana para evitar soñar con ese lobo, una vez más. Esa sensación que había tenido luego de ese episodio en medio del bosque, no me sentía segura, ni siquiera en mis propios sueños.

—Vida. — La voz suave de mamá llegó a mis oídos. — Tienes que levantarte, llegarás tarde al colegio.

—Me duele la cabeza. — Reclamé contra mi almohada, hundiendo mi rostro en ella. — No quiero ir a la escuela, no quiero moverme de casa nunca más.

No sabía si me había escuchado, así que solo aguardé tranquilamente a que apareciera por la puerta con esa sonrisa compasiva y esos que brillaban de tal manera que hacían querer a cualquiera levantarse para iniciar su día.

No me equivocaba, ella llegó y comenzó a acariciar mi espalda. — Vida, necesito que despiertes de una vez.

—¿Y por qué no te has levantado? — Preguntó brindando caricias suaves. — Sabes que siempre tengo tu desayuno preparado con antelación. — Un beso suave de buenos días llegó a mi mejillas. — Podrías haber ido a conversar conmigo y contarme.

—¿Qué cosa?

—Lo que te atormenta, princesa. — Sugirió con una sonrisa. — Te conozco, pequeña, saliste de mis entrañas y sé con claridad, cuando algo te atormenta.

Suspiré mientras me acomodaba entre los brazos de mi madre. — Es que he tenido muchas pesadillas. Me dan miedo.

—¿Siempre es la misma?

—Si.

—¿Y qué es lo que más te asusta de ella? — Susurró acariciando mi espalda con ternura.

Ella me abrazó con más fuerza. — Sus ojos rojos. — Terminé por confesar.

Mamá me miró con desconcierto, intentando procesar todas las palabras que habían salido de mi boca; la verdad es que yo tampoco creería que una persona cuerda estuviese diciendo tales barrabasadas referentes a un sueño. Le sonreí con ganas, intentando borrar su preocupación, y de paso borrar la mía.

—Hija, yo...

Besé su mejilla sonoramente. — No te preocupes, mami, ya me preparo.

—Si quieres, puedo llevarte a la escuela.

—No te preocupes. — Corté con rapidez. — Papá me dejó el carro por esta semana.

Mamá se levantó de la cama, no muy convencida de mis sonrisas y de mis dichos de no preocuparse. Podía notar cierta tensión en su forma de actuar y en esa excesiva necesidad de consentirme a cada cosa que quería, antes de siquiera pensar que lo quería. Finalmente, salí de casa con una sonrisa para que ella ya no se preocupase, además de darle muchos besos y efusivos abrazos para que dejase de pensar que me estaba volviendo loca.

Intenté no pensar en esos sueños vividos que tanto terror me daban, intenté enfocarme en la nueva semana que comenzaba y en cómo abordar a la maldita de Denise, quien seguía enojada conmigo por razones idiotas. Y por más que intenté no pensar en los ojos rojos, cada uno de mis pensamientos terminaba en que ellos me estaban vigilando de algún lugar de las penumbras, que estaban escondidos en algún lugar de mi subconsciente, que estaban esperando cada ápice de debilidad para poder jugar conmigo desde dentro.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora