Iba a comer un poco decaído. Esperaba que en esa ocasión sí quisiera ir. Una vez más me equivocaba porque volvía a buscarse una excusa. Entendía que fuera a comer con su tía, pero la diferencia estaba en que cuando yo podía ir y me lo decía yo iba, mientras que él no venía a hacer cualquier cosa con mis amigos a no ser que fuéramos en grupo.
Llegué a la hamburguesería La calle bastante rápido. Me estaba acostumbrando a lo bueno de vivir cerca de mi trabajo, del de Nacho, del de Nadia... Nos movíamos mucho por la zona centro y, aunque a veces había renegado de ella «yo paso de vivir en el centro» había dicho alguna vez, ahora no me arrepentía de haber dicho que sí sin más.
El problema era que se me estaban pasando por la cabeza mil y una cosas y no todas eran buenas. Héctor no estaba colaborando para apaciguar mi paz mental. Cuando llegué al sitio, Nadia ya estaba allí. Me sentí mal cuando vi que ocupaba una mesa con tres manteles y cubiertos colocados.
—Hola, guapa —le dije nada más entrar.
Ella se puso de pie y nos saludamos con dos besos.
—¿Y Héctor? —Era mucho pedir que no se diera cuenta de que no venía.
—Había quedado ya con la familia —lo disculpé sin darle mayor importancia.
Vi entonces la cara de mi amiga, que apretaba los labios en una mueca que no me gustaba nada.
—Claro. Con su familia. Es normal, nadie se puede resistir a la comida de Merche —comentó sonriendo, pero quedó muy falsa. Cualquier otro se lo hubiera creído, pero yo no.
—¿Qué pasa, Nadia? —pregunté deseando que fuera cualquier otra cosa lo que le ocurriera, y que nada tuviera que ver con mi novio.
Antes de que pudiera decir nada apareció la camarera, Espe, que me saludó con dos besos también y quien nos tomó nota. No lo pensamos demasiado y nos pedimos el menú del día con nuestras hamburguesas favoritas.
No era lo habitual que quedáramos para comer un jueves a mediodía, sobre todo porque nos veríamos por la noche, pero me insistió porque decía que estaba de antojo. Me emocioné mucho al teléfono cuando usó esas palabras, pero me quitó la alegría rápidamente. De cualquier forma, no podía negarme a todos los iconos de súplicas que me puso en su mensaje.
—Pasa que le caigo mal a tu novio, eso pasa —dijo contestando a la pregunta que yo ya me había arrepentido varias veces de haber hecho.
Espe, muy sutilmente y sin molestar, nos puso las bebidas y los vasos delante, yéndose también en silencio.
—No le caes...
—Ni lo intentes —me interrumpió—. Lo que me da coraje es que él me cae bien a mí. Estas cosas suelen ser mutuas. En fin, yo no podía ver a Sandra pero es que Sandra no me podía ver a mí.
—¿Estás comparando a Héctor con Sandra? —Eso ya me mosqueaba más.
—¡No! O sí, lo no sé. ¡No! —A ver si se aclaraba—. No estoy diciendo que sea como ella. Ni de coña. Pero en ese caso las dos sabíamos que nos caíamos mal, punto. Con él parece que sí, que va bien la cosa. Me encanta porque te hace feliz, se te ven los ojillos brillositos y eso, pero se ve que él no me soporta. Cuando estamos en grupo pues me tolerará y ya.
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¿Repitiendo errores?
RomanceUna relación no siempre es fácil de llevar. El amor a veces no basta, y eso lo comprueban Héctor y Víctor cuando se encuentran ante una serie de duras decisiones. Sus miedos e inseguridades sumados a los fantasmas del pasado, se empeñan en enfren...