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Te veo bailar con él. Estás muy sexy con ese pantalón de cuero ajustado, dime, ¿podría quitártelo más tarde? O... ¿Acaso debo esperar mi turno? Porque en las últimas semanas dijiste haber estado muy ocupado.
¿Era eso o sólo me evitabas?
No tendrías por qué, si yo te aclaré desde un inicio que lo nuestro sólo era un juego. Entonces... ¿Por qué te enfadaste, mi alpaquita? Tú estabas de acuerdo... "Seremos amigos con derecho" dijiste aquella noche, y yo más que fascinado, asentí.
Nos divertimos durante años, tú siendo mi alivio y yo el tuyo. Parecíamos ser cortados con la misma tijera, pues sabíamos cómo complacernos el uno al otro.
Pero, un día me di cuenta que empezaba a verte con otros ojos.
Un día me di cuenta que me había quemado en nuestro propio juego.
Había ido por ti al trabajo, siempre te gustaron los niños por lo que ser maestro de pre escolar se ajustaba muy bien a tu personalidad. Verte vestido con esos mandiles de colores y figuras infantiles siempre te hicieron ver como un ángel.
Entraste al auto y en tu hermoso rostro aún tenías rastros de pintura, brillantina y un poco de pegamento que aquellos traviesos pequeñines dejaron en tu suave cabello rosa.
Reí al ver tu rostro indignado cuando te diste cuenta.
Y yo... Tan perdido en lo bello que eres, suavemente pasé una toallita húmeda y te limpié con delicadeza.
Tú me dijiste que al día siguiente castigarías a esos niños por las bromas que te hicieron. Hablaste y hablaste pero yo dejé de escuchar cuando me enfoqué en el rápido movimiento de tus esponjosos y deliciosos labios rosas.
Eran hipnóticos, mientras te quejabas, yo delineé con mi pulgar la comisura de estos.
Y sin esperar, te besé.
Pero había sido un beso sumamente diferente a los lujuriosos que compartíamos en la intimidad de nuestro hogar.
Fue un beso dulce, lleno de amor. Un beso lleno de sentimientos que nunca esperé experimentar... No contigo.
Mi hermano...
De otra madre, claro.
Saboreé tus labios, grabé en mi mente su textura, y mi corazón se aceleró cuando me correspondiste de la misma forma.
¿Por qué tuve la necesidad de besarte?
¿Por qué quería hacerte entender a través de ese ósculo lo feliz que me hacías cuando te quejabas de aquellos endemoniados niños?
¿Por qué quería hacerte saber que la confianza que me tenías, me hacía un mejor hombre?
Y es que para mí, siempre fuiste y eres, mi mayor tesoro, siempre traté de cuidarte y darte lo mejor de mí, aunque sólo éramos los mejores amigos. Siempre pensé que tú merecías únicamente lo mejor.
