Se fijó nuevamente en su reloj, habían pasado quince minutos desde la última vez que había visto la hora. Cuando estaba a punto de tocar nuevamente la puerta, esta se abrió, dejando ver a una joven de cabellos rosados.
- ¡Por fin! – exclamó la chica cabellera blanca ya exhausta de tanta espera
- Perdón...- rió algo apenada – Fue un día de mal cabello…- se encogió de hombros y comenzó a caminar intentando no ver el rostro de su frustrada amiga.
- ¿Ni si quiera me darás las gracias por haberte esperado? – comentó de brazos cruzados
- ¿Debería de?- alzó una ceja, intentando adivinar las emocionas de la chica
- Olvídalo…- suspiró
Siguieron su camino hasta llegar a la escuela, en donde después comenzaron a tomar sus clases, cada una más aburrida que la anterior. Sin embargo Reiny no se podía quejar, la mayoría de veces siempre recibía un papel (Con la ayuda de los demás compañeros) en donde Saya hacía burla de los maestros con sus dibujos, así que la clase tampoco era de lo más aburrido.
Tras haber recibido parte de sus clases, fueron a la cafetería, para la hora del almuerzo. Mientras comían, Reiny notó que su amiga con cabello de algodón de azúcar se veía algo triste, o más bien desanimada.
- ¿Pasa algo? – Preguntó con una suave voz
- …No
- ¿Segura? – alargó su voz y entrecerró sus ojos, una expresión a la que Saya llamaba como “La mirada de la culpa”
- Si… Es solo que... No tengo ni la menor idea de qué hacer después con mi vida. La escuela va a terminar y yo aún no sé qué es lo que quiero. Tú serás una gran cantante, eso está más que obvio, pero yo…
- No te preocupes, pronto lo averiguarás… Y sino pues… Me han dicho que vivir debajo del puente tampoco está tan mal – Ambas rieron con esta última idea.
Al recibir su último bloque de clases, se dispusieron en regresar a sus casas, tomando el mismo camino que el de la mañana.
