Ashe es originaria del nórdico Freljord, donde el paisaje no solo se caracteriza por el chillido de los helados vientos y el inquebrantable frío de la tundra, sino también por los brutales ataques tribales y las guerras entre clanes.
Ashe, la única hija de Grena, la jefa matriarcal de la diminuta tribu avarosana, era una Hija del Hielo: miembro de la casta guerrera, dotada de una conexión ancestral con la magia de sus tierras y la insólita capacidad de controlar el Hielo Puro. Todo el mundo daba por sentado que Ashe sucedería a su madre como líder de la tribu. Sin embargo, Ashe nunca había deseado tal gloria. La desoladora responsabilidad de su linaje belicista y sus dones extraordinarios hacían que Ashe se sintiera apartada, agobiada y sola.
Su único alivio era cuando Sejuani, una niña Hija del Hielo de una tribu hermana, se quedaba con ellos durante las cazas estivales en las rocas de Ornnkaal. La infancia de las niñas estuvo marcada por su amistad, pero esta se acabó de repente cuando entraron en la adolescencia. Al parecer, Grena había faltado al respeto a la abuela de Sejuani, y la hermandad que se profesaban sus tribus terminó de golpe.
Poco después, tras dejar atrás su juventud, la madre de Ashe puso en marcha la misión que había perseguido toda la vida: encontrar el trono de Avarosa, un supuesto alijo de tesoros y objetos mágicos que, en su opinión, devolverían la grandeza a su pueblo.
Pero la fe de Grena en profecías y leyendas la llevaba a correr unos riesgos que a menudo dejaban debilitada a su tribu. Al final, durante una peligrosa e innecesaria incursión en las tierras de otra tribu, Grena fue asesinada. Su inesperado fallecimiento obligó a la joven Ashe a huir, mientras que la mayor parte de la tribu fue aniquilada.
Sola y perseguida, Ashe decidió seguir el último mapa de su madre hasta un glaciar desértico, donde encontró la supuesta tumba de Avarosa y su arco mágico de Hielo Puro. Con su arma, Ashe vengó la muerte de su madre y después puso rumbo al oeste.
Ya fuese por el deber o por la soledad, Ashe ganó popularidad por proteger a muchas de las tribus hogareñas desperdigadas con las que se fue encontrando. En vez de adherirse a la tradición de tomar esclavos bajo su servicio, Ashe la rechazó y aceptó a esas personas desesperadas como miembros de pleno derecho en su nueva tribu. La fama de Ashe creció enseguida. En poco tiempo, muchos empezaron a pensar que Ashe no solo llevaba el arma de Avarosa, sino que era ella la leyenda en persona, que había renacido y que había llegado para cumplir su destino de reunificar Freljord.
Pero los grandes relatos no servían para alimentar a sus seguidores, y la larga marcha hacia el sur los dejó casi al borde de la inanición. Por ello, Ashe decidió aprovechar los mitos en torno a su persona y usarlos para forjar alianzas con las poderosas tribus del sur que poseían abundantes tierras bajo la promesa de unirlas a todas en una nación capaz de desafiar a los reinos vecinos.
Estas nuevas alianzas conllevaron nuevos peligros y Ashe enseguida se vio envuelta en un conflicto político. Era de esperar que las comandantes (nombre que reciben las jefas de las tribus freljordianas) se casaran; pero esposarse con un marido de una de las tribus más importantes enfurecería a las demás. Ashe podía tener varios maridos, pero eso solo haría que el conflicto explotara en su propio hogar y el consiguiente derramamiento de sangre rompería las alianzas que tanto le había costado construir.
Decidió optar por un mísero vagabundo de un clan de la montaña que había sido arrasado casi por completo: el guerrero Tryndamere. No era un caminante espiritual ni poseía ningún poder elemental, pero tras su llegada a la nueva capital de Ashe, Tryndamere no había dejado de pelear en todos los duelos que había podido encontrar. Luchaba con desenfreno, desesperado por demostrar que los desamparados supervivientes de su clan merecían que alguna de las tribus más fuertes los acogiera. Sin embargo, hasta la gente de Freljord consideraba que su estilo de combate salvaje y su extraordinaria vitalidad eran inquietantes, y muchos sospechaban que estuviera imbuido de una magia oscura. Haciendo caso omiso a esto, Ashe se ofreció a acoger a su pueblo como si fuese el suyo propio si él se convertía en su primer y único progeniero.
Tryndamere se vio obligado a aceptar. A pesar de tratarse de un matrimonio concertado, la atracción que sentían el uno por el otro podía palparse y, poco a poco, fue floreciendo un verdadero amor.
Ahora, Ashe encabeza la mayor coalición de tribus freljordianas desde hace generaciones. No obstante, la unidad que pretende lograr depende de una paz inestable amenazada por maquinaciones internas, poderes extranjeros, la cada vez mayor horda violenta de la Garra Invernal y un supuesto destino que Ashe debe, al menos, fingir que persigue