VI. Forma de las ideas y base de la unidad metafísica

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Las ideas en el hombre son una expresión de aquello que impide llamarlo pájaro o toro, pues los animales corrientes siguen una naturaleza de instinto y supervivencia, nosotros, en cambio, seguimos una naturaleza de ambición y deseo (cuando páginas atrás decía que el hombre tiene mucho de animal y poco de hombre me refería a sus actitudes). Mas aún, lo que converge en puridad a las ideas es un fin; pues de qué ha de valer una idea si no tiene algo pensado por hacer.

Deberíamos entonces encargarnos de definir, o más bien, categorizar a las ideas, dar su causa diferente a la idiosincrasia, partiendo de la diada aristotélica y de la unidad metafísica, y establecer su base, aquello por lo cual una idea se define y se expresa. Como se dijo en la primera parte sobre la naturaleza del hombre, puede ser latente o revelada, así que no nos hemos de extender mucho en este aspecto.

Las ideas del hombre poseen dos categorías por las cuales se interpreta a la sociedad. El entender la palabra "idea" no reside exclusivamente en un término, sino en varios. Las categorías a las cuales nos referimos son: ideas determinadas según su fin teórico e ideas determinadas según su fin ocurrente.

Ideas determinadas según su fin teórico: No se concibe como secreto, existe un modo que permanece ocurrente como cualquier forma de las ideas, pero ante este se presenta un desarrollo teórico. Se suele interpretar esto como "ideología", pues encaja muy bien en la descripción que damos nosotros. Conjuntamente una sociedad se encarga de adoptar una ideología, pero poco se reflexiona sobre el origen de ello: cualquier ideología proviene siempre de una determinación teórica, de vez en cuando cambiante, que posee cuestión suficiente para construirse con el pasar del tiempo.

De esto nacen siempre los grandes movimientos, las causas políticas, las revoluciones, etcétera. Cosas tales como el marxismo, el liberalismo, la doctrina aristotélica, etcétera; son todas ideas de las cuales hubo en su desarrollo nato una determinación de donde arraigarse. Variantes son aquellas que nacen a partir de estas ideas. Actualmente, por ejemplo, el marxismo no ocurre como en el siglo pasado: ya no hay modo en que un hombre marxista, que apoya la vida, sea marxista coherentemente (y no los puede haber puramente en el hecho de la doctrina per se, debido a que la condición misma de la idea inicial impide esto).

Evidentemente el mundo siempre está sujeto a interpretaciones, y las ideas concebidas en un marco teórico son siempre objeto a interpretar. Tomás de Aquino, por ejemplo, dio una interpretación del argumento deísta que Aristóteles brindó en el libro duodécimo de Metafísica y la adoptó en la Suma Teológica. Nietzsche, por su parte, interpretando la voluntad de vivir, creó la voluntad de poder, etcétera.

Claro, las ideas por sí misma, de esas que respectan a una teoría desarrollada por alguien en específico, no necesitan de interpretaciones, pues son como las matemáticas: si no logras el resultado exacto, no logras nada. Aún así, es cuestión importante interpretar la existencia de las ideas particulares, de esa primera categoría de la cual nos referimos ahora. Si bien es de admitir por lógica que una idea ya escrita no precisa de una formulación distinta, al menos en las nociones del autor original, se nos es imposible evitar cualquier interpretación errada, debido a que el mundo terrenal siempre se va a ver en interpretaciones constantes y subjetivas.

Por muy conciso y claro que sea un autor, si este quiere ser leído debe estar en la disposición de ser interpretado. En caso de estar vivo, este autor, al ver una interpretación errada, cual héroe filosófico, debe acudir a la aclaración de los postulados que ponen en una perspectiva a su idea fundamentada, mas si este autor está muerto, no considero modo alguno de poder transferir una idea que concierne a una opinión respecto a alguna cuestión, que la interpretación.

Es este, pues, severo problema, debido a que no estamos en la suficiente capacidad, casi divina, de poder manejar las ideas de un autor como él quisiese. La cuestión del mundo inteligible al mundo de los hechos se ve muy reflejada acá: si el mundo siempre se interpreta, a causa de la condición imperfecta de los hombres, va a concurrir con un margen de error. Las ideas expresas van a verse perturbadas y atrofiadas por las interpretaciones erradas, convirtiendo la opinión de un autor en un cuchillo de doble filo, que puede incluso ir en contra de lo planteada (marxismo moderno, por ejemplo). Mas cosa difícil es poder establecerse en el mundo inteligible, ya que le respecta particularmente y no de forma colectiva.

La Forma del Hombre o Tratado Filosófico Sobre la Composición de los SeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora