Único

1.2K 122 8
                                    


Las risas y los aplausos se escuchaban acompañados de las campanas en aquella iglesia que anunciaba la gran esperada boda de aquella pareja joven, aquel sería el matrimonio ideal para cualquiera, aquella bella dama se veía reluciente y feliz en su preciado día, saludando a todos, incluyendo a los pretendientes que tuvo que rechazar; sin embargo, no se podía decir lo mismo de aquel príncipe de cabello negro que se veía distraído y melancólico, los que observaron muy bien comentaban que lágrimas salían de aquellos ojos perdidos pero nadie cayó en cuenta como era olvidado un anillo que no cumplió con la misión especial que tenía, así como tampoco cayeron en cuenta como cierto herrero veía todo con el corazón destrozado y lágrimas en sus preciosos ojos negros que ahora se encontraban rojos de la ira, frustración e impotencia pero sobre todo se encontraba triste de perder lo que más amaba.

Los meses pasaron y la gran pareja prometedora apenas se comunicaban soltando ciertos vocablos y gestos notando la incomodidad en el aire que respiraban.

Poco a poco la hermosa dama perdía la ilusión que tenía con el pelinegro, nunca tuvieron ningún encuentro íntimo, por mucho que lo pidiera solo era rechazada con excusas tontas por lo que ya cansada salía dejando a su esposo solo, hundido en la tristeza.

Saliendo del castillo iba al hogar de aquel cazador que conocía muy bien. Tocando la puerta esta se abría dejando pasar a la dama cerrándola a sus espaldas.

- Te extrañé, mi amor- susurró el cazador en la oreja de la bella chica y olvidaron la realidad dejándose llevar por el deseo.

    🎭


Era ya un nuevo día y al joven Park se le veía con una enorme sonrisa, era amable con todos e incluso le deseó un buen día a su esposa quien solo asintió pensando en la noche anterior, luego volvió el silencio entre ellos pero no se iba la gran sonrisa del pelinegro.

- Sooyean, tendré que salir por mandado de mi padre, volveré muy tarde- avisó el joven a su esposa, por lo que ella solo asintió mientras tomaba su taza de té.

Jimin sonrió aún más cuando se encontraba ya en la calle y con rumbo a su destino. Pasó y saludó al panadero, al bibliotecario que abría recién aquel lugar sagrado como el joven Park lo llamaba e incluso dejó un puñado de monedas a Sol, una pobre chica que vivía en la calle después de que su esposo la abandonó al igual que su familia.

Pasando las casas y puestos se detuvo en aquel lugar, sus mejillas dolían de tanto sonreír y comenzaba a sentir sus ojos picar y humedecerse. Estaba en trance hasta que aquella voz lo hizo reaccionar.

- Buenos días, ¿en qué lo puedo ayudar?- habló un herrero de cabello castaño oscuro que tenía un brazo en su frente, dificultando su vista, debido a que se encontraba secando su sudor.

- En reparar mi corazón que tengo que dárselo a su verdadero dueño- habló Jimin con lágrimas escurriendo por sus mejillas.

El herrero alzó la mirada y al igual que el joven recién casado lágrimas cayeron por sus ojos.

- Acompáñeme por aquí, por favor, creo saber que necesita- respondió el castaño y se dirigió a la parte trasera, seguido del hermoso príncipe.

Pasaron el estudio y el castaño sólo se volteó y abrazó al pequeño pelinegro con todas sus fuerzas, llorando desconsoladamente al igual que su acompañante, ambos se encontraban en silencio transmitiéndose muchos sentimientos, hasta que finalmente, entre sollozos, el más alto habló.

- Te extrañé tanto, eres mi dulce amor, mi dulce pecado, sentía que la vida se me iba por tu ausencia- hablaba el herrero sintiendo su corazón volviéndose a unificar.

El Amante Secreto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora