LECCIÓN 1

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Byron aspiró todo el aire que pudo ante la sola idea de lo que vendría, sabiendo que el separar a la mente de la compleja idea del placer sexual podría ser confuso, difícil y tortuoso. El reloj se movía sin misericordia, recordándole que Estefan fue claro en cuanto a la hora en la que se realizaría la práctica y que seguir el plan era clave para aquello, su ceño se contrajo ligeramente al recordar que él fue quien se propuso de conejillo de Indias, al saber la importancia del proyecto para su amigo, pues en sus propias palabras, en aquella técnica se encontraba el futuro, una forma casi milagrosa de que hasta el más idiota comprendiera el tema más complejo.

Un ligero dolor de cabeza venía, pues a pesar de no admitirlo en voz alta, ninguno tenía idea de las implicaciones que la técnica tendría, Byron era literalmente el paciente cero y como todo en esta vida, se tendría que aprender a base de prueba y error. Byron solo esperaba que Estefan no tuviera el mínimo margen de error.

—Siéntate. — ordenó frío Estefan apenas la puerta fue abierta, Byron tragó ligeramente ante la mirada que tenía, más calculadora que de costumbre. El contrario fingía indiferencia, haciendo su mayor esfuerzo por imparcialidad, sabiendo que sus sentimientos por Magnus podrían ser su propia tumba.

—¿Tiene que ser sentado? — cuestionó Magnus, al prevenir la sensación de inferioridad que sentiría al estar ahí. Una silla podía representar un trono o una condena.

—Sí, no hables a menos que sea necesario. Las preguntas serán después. — explicó cortante, pero con una amabilidad implícita que mostraba solo con él. —Ahora comenzaré.

Avisó, notando de inmediato que aquello era un error, había prevenido a la mente de Magnus, por lo que sus músculos se tensaron ligeramente y su postura se irguió inconscientemente, adoptando una posición de defensa que no paso desapercibida por el otro, creando una nota mental de que el inicio era primordial.

—Lección 1. — enunció, mientras con delicadeza sus manos se aventuraban al pecho de su víctima. —¿Escogiste el tema? —inquirió con su voz dominante en el oído del otro, con una ligera curiosidad de por cual tema se decidiría su acompañante.

La enciclopedia frente a él era el reto perfecto para las lecciones, con contenido tan extenso y detallado qué si lograba que Magnus lo memorizará, comprobaría que cualquier conocimiento podría ser dominado.

—P-Página 432. — respondió sin evitar el tartamudeo al sentir su hombría ser tocada sobre la tela.

—¿No lo leíste cierto? —cuestionó recibiendo una afirmación lenta, mostrando los primeros indicios de las consecuencias en el sistema nervioso del paciente. —¿"Sistema político de Grecia"? — se burló ligeramente, al notar como su amigo había hecho un chiste privado que podría tener que ver con la oligarquía o bien con la homosexualidad, lo más seguro era que con ambas.

Con una mano abrió la enciclopedia, la cual contenía el logo tanto de la Universidad como de la familia real, prueba fehaciente de que su información era aburrida y sobre detallada. Con la mano derecha en cambio bajo el cierre del pantalón, optando por bajar el pantalón, dándose cuenta de lo complicada que era la posición de ambos, ya tenía la segunda nota mental: sacar el contenido, no el contenedor. Con cuidado de no asustarle, saco su miembro de su ropa interior, un escalofrió claro recorrió a Magnus, quien no supo si era el frío de la habitación o las manos de su amigo. Los dedos se movieron con destreza hasta casi el final del miembro, comenzando a leer.

—Desde el Paleolítico se atestigua la presencia del hombre en Grecia del 3200 a. C. a 2000 a. C. y en Asia Menor... — comenzó a sentir la sensación de poder, el control total sobre el cuerpo de Byron, y eso era una droga de la que tendría que cuidarse. Comenzó a recitar el primer párrafo, mientras sus dedos exploraban el falo, notando las reacciones que cada toque tenían sobre Magnus, quien comenzaba a jadear. —¿En qué periodo fue la Civilización Micénica? — inquirió la primera pregunta, notando que Magnus parecía no haberla escuchado, o si lo hizo, la ignoro. Paro en seguida sus caricias, recordándose así mismo el propósito de estas. —¿En qué periodo fue la Civilización Micénica? — repitió con tono autoritario, sacando un sonido de protesta de Magnus.

­—No pude prestarte atención. — admitió, su corazón bombeaba sangre tan rápido que parecía un sonido irreal, un tambor tan claro y conciso...

Sus pensamientos fueron callados por una mano que casi violentamente toco su miembro, Magnus solamente pudo cerrar su puño. Su cuerpo le rogaba por huir, pero su mente le recordaba que aquello era el precio por sus hermanos, una condena que el mismo acepto. Sin embargo, eso no quitaba que su cuerpo estuviera debatiéndose entre acabar por sí mismo o dejar que el otro lo hiciera.

Estefan al darse cuenta de que la mente de Magnus seguía en un estado de defensa, decidió que cada caricia sería controlada, no tocaría ni un segundo más de lo necesario. El placer sexual no debía formar parte de la complicada ecuación que eran las lecciones.

—Tendrás que prestarme atención. — reafirmo, y a pesar de que las caricias no perdieron ese toque delicado, se disminuyeron, dejando a la mente de Magnus confundida, unos segundos sin aquellos toques le permitieron recordar que realmente si sabía la respuesta, pero que el exceso de toques le nublaron el juicio unos segundos.

—Del año 1600 a. C. hasta el 1200 a. C.— respondió, Estefan sonrió. Aprendiendo aquella noche que el implicar placer sexual en las lecciones era, y siempre sería, un terrible error. Ignorante a que aquellas se practicarían en jóvenes, que no pueden ni controlar su propio miembro en las noches.

—Terminamos. — anunció Estefan, moviéndose rápidamente de la silla, entregándole una caja de pañuelos.

—¿Estas seguro? No fueron más de 5 minutos. — disputo Byron apenas sintió las manos fuera.

—¿Quieres más? — ironizó Estefan, mientras se limpiaba y tiraba el pañuelo a la cesta. —Además, Magnus, no fueron cinco minutos. — aclaró señalando el reloj de la pared. En su estómago se revolvieron pequeños murciélagos al notar el sonrojo leve del de ojos azules, quien notaba el tiempo.

No pasaron cinco minutos, había transcurrido una hora entera, pero jamás lo notó.

Byron jamás pronunciaría sus pensamientos, pero en ese momento se preguntó seriamente las consecuencias de aquel método, en donde tu mente parecía una plastilina, a merced de quien gustará moldearla, una materia prima capaz de convertirse en una obra de arte o en simple mierda. Y ese mismo segundo, Magnus estuvo seguro de que terminaría de alguna u otra forma, viendo ambos resultados. Esperaba no tener que vivirlos en carne propia.

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2020 ⏰

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