2. Las cosas no son lo que parecen

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- Tenemos que hablar.

Me quedo unos segundos en silencio sólo mirándole, sintiendo cómo se me va acumulando la rabia.

- Sa...

- Cállate, Flavio – espeto sin mucha paciencia – No sé qué haces aquí, me da igual quién te haya invitado, sabías que no me iba a hacer ni puta gracia. La última vez que nos vimos ya te encargaste de dejarme claro que yo no te importaba una mierda así que no entiendo qué pretendes ahora. Quizá te pensabas que ibas a volver y yo te iba a recibir con los brazos abiertos pero es que si los abro es para meterte una hostia – quizá me estoy pasando un poco con todo esto, he pensado mil veces que le diría si lo volvía a ver y no estaban saliendo las cosas como las había planeado. Pero es que este concierto es importante para mí y no quiero que él esté aquí. - Quédate a ver el concierto si te da la gana, no voy a ser tan zorra como para echarte. Pero lo que sea que hayas pensado que ibas a hablar conmigo bórralo porque no va a pasar.

Doy media vuelta y me marcho hacia mi camerino sin dejarle opción a réplica. Me hubiese gustado que este momento no hubiese sido así. En mi imaginación, en el reencuentro yo era capaz de decirle todo lo que pensaba sin dejar que la rabia lo ocupase todo. Mi discurso iba cargado con un aire de indiferencia, no como lo que acaba de pasar.

Clara me espera en el camerino con cara de circunstancias. Supongo que ponerte a discutir en pleno pasillo de un teatro, diez minutos antes de un concierto, no es la opción más lógica si lo que pretendes es que la conversación sea privada. Pero a estas alturas qué más da.

- Quedan diez minutos, ¿estás lista? O ¿prefieres que lo alarguemos un poco más?

Aunque suene tentador tener algo más de tiempo para serenarme, la gente que me espera no es culpable de lo que acaba de pasar ni tiene por qué soportar las consecuencias.

- No, estoy bien. Bueno, no lo estoy pero no pasa nada. No voy a retrasar el concierto ni hacer que nadie espere por mí. Vamos.


3 horas después


Estoy AGOTADA, pero ha sido una pasada. Creo que nunca te acostumbras a esto, a que la gente coree a gritos tus canciones y se emocione con ellas. Y la buena acogida que ha tenido el single, todo el mundo con las linternas en los teléfonos y un silencio que no es propio de un concierto. Es de las veces que más he disfrutado con mi trabajo. Pero creo que necesito dormir, literalmente, 2 o 3 días seguidos.

Normalmente, después de un concierto, montamos una pequeña fiesta para todos los que se pasan horas trabajando para que todo salga bien. Pero hoy yo no tengo ganas. Así que me cambio rápido, ya me ducharé de vuelta en la habitación del hotel para quitarme los potingues de la cara y el pelo, cojo mis cosas y me voy.

No es que esté evitando ningún encontronazo pero sé que si me quedo más rato al final alguien terminará llamando a la puerta del camerino. Al fin y al cabo, hay invitados, sean más o menos deseados, seguramente esperando por mí.


Además, tengo que dormir lo poco que pueda porque mañana me vuelvo a Madrid. A veces mis padres me preguntan que para qué pago un alquiler de un piso si nunca estoy, cosa que es cierta. Pero me costó muchísimo encontrar algo que me gustase, por el que no me sacasen los ojos y que estuviese en pleno centro. Y encima ahora iba a tener uno o dos meses de vacaciones, mientras se hacía la promoción del single y se anunciaba que se avecinaba disco.


Ya en la habitación de hotel, llamo a mis padres y a mi hermana para contarles cómo ha ido todo. Se que se morían de ganas de pasar este día conmigo aunque no ha sido posible y no pasa nada. Quiero contarle a mi hermana lo de la visita inesperada pero no quiero que mis padres se enteren, digamos que ahora mismo Flavio es un tema tabú en casa. Así que me despido sin entrar en detalles quedando en que los llamaré mañana en cuanto llegue.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora