Capítulo tres

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Sonó el timbre para indicar que la clase había acabado

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Sonó el timbre para indicar que la clase había acabado. No era un timbre normal, de los que estaban en cualquier instituto, sino era la cabeza de un cuervo que graznaba a todo volumen. Odiaba ese animalejo, y mi mayor sueño era reducirlo a cenizas. Además notaba como me miraba en las clases, con esa cara de "te voy a joder viva". Cuando pudiera le iba a sacar los ojos.

Empujé a mis compañeros para salir del pasillo, pero antes de poder perderme de vista de todo el mundo me llamaron.

—Usagi.—dijo mi profesor.

Me di la vuelta bufando.

—Si, profesor.

—Como sabrás dentro de poco se van a realizar las pruebas para elegir representante del instituto que competirá en la prueba contra los otros dos.

Eramos enemigos acérrimos de la Escuela Elemental de Artes Místicas y del Colegio Negra Noche.

—Así es.—dije con la cara de pánfila.

—Me gustaría que te presentaras.—dijo sonriendo con esa cara de pillo.

—Un momento profesor ¿lo esta diciendo en serio? Pero si soy una simple humana.

—Lo sé, pero eres sádica, te va la sangre y por lo que parece eres la alumna más aventajada de esta clase.

—Discrepo.—me llevé la mano a mi bolsillo dispuesta a sacar mi navaja, pero reprimí el impulso.

Mi profesor tenía potestad para quitármela, y yo no quería estar sin ella.

—Piénsalo.

—Lo haré.— me di la vuelta antes de que pudiera decirme algo más.

Salí de la clase para dirigirme a mi taquilla, recoger un par de cosas y largarme a mi casa.

¿Pero que se había pensando la medio cabra esa? Que yo lo que deseaba era ser lo menos conocida en este lugar. Ya me juzgaba todo quisqui por ser una humana sin poder como para ponerme a la palestra de todo el mundo y que me señalaran con el dedo.

Mientras pensaba en mis cosas choqué con alguien y mi libro se cayó al suelo. Me agaché a recogerlo y golpee el hombro de la otra persona con la cabeza. Miré hacia arriba y la cara más atractiva de toda la escuela me devolvía la mirada.

Belcebú III, o sea, Belcebú. Era con quien había chocado. El demonio más popular de todos. Con su pelo rojo cortado de forma perfecta, su sonrisa de dientes blancos que emitía la luz de mil soles. Esas manos fuertes y varoniles capaces de hacer que cualquiera se corriera en cinco segundos. Su cola negra rodeaba su pierna derecha.

Si os contara lo que yo haría con esa cola a mi creadora le tienen que cerrar la cuenta.

Cogió el libro y me lo tendió con una sonrisa en los labios. Sus ojos rojos se quedaron mirando los míos oscuros. Yo parpadeé dos veces para saber si estaba soñando o no. Solo lo había visto en el comedor junto a todos sus amigos y en las clases de atletismo donde era el mejor en todo lo que hacíamos. Yo era buena con la esgrima, pero él era un portento físico. Y como me ponía ver sus músculos marcados, pero jamás había pensando tenerlo tan cerca.

—Gracias.— que coño hacía dando las gracias.

—Ha sido mi culpa el que chocáramos.

—¡Beli!—se escuchó a lo lejos una voz femenina mientras los dos nos poníamos en pie.

Una cabellera negra se lanzó a los brazos del demonio empujándome a mi. Después Mel le dió un morreo que lo dejo sin aliento.

—¿Que haces hablando con esta humanucha?

—Hola, Mel ¿Quieres que te corte un poco de pelo?—saqué mi navaja y la amenacé con ella como tantas otras veces.

Y las que quedaban, ¿sabéis? En realidad Ginny es un poco cruel por hacer este personaje tan odioso, pero así me puedo divertir un poco. ¿No creéis? Idiotas.

—Vamos Beli.—le agarró del brazo y siguieron caminando sin mirar atrás.

Yo hice lo mismo, pero en mi propia dirección. Recogí mis cosas y salí por la puerta principal del instituto. Sacando el dedo. Era una costumbre que me encantaba hacer.

Supongo que os estaréis preguntando donde vivo, donde están mis padres, y todas esas cosas. Bueno lo primero, vivo en una casa tutelada por el infierno que ahora veréis y lo segundo... pues mis padres están vivos así que no están aquí. Ventajas de morir.

Mi instituto estaba cerca de mi vecindario, donde vivían los demonios que torturaban a las almas pecadores. Me crucé con un demonio calamar de camino a casa, su cuerpo estaba formado por tentáculos negros llenos de ventosas que echaban un líquido verde cada vez que se contraía. No se como tenía el valor de salir a la calle a "caminar" dado que pringaba el suelo por donde pasaba.

Caminé unos quince minutos hasta llegar a mi casa. Aquí no hacía falta cerrar la puerta con llave porque nadie iba a entrar a robar. En la entrada me quité los zapatos y me puse las pantuflas de estar por casa. Era una costumbre de mi país y ni en el infierno me iba a deshacer de mis raíces.

Dejé la mochila sobre el sofá del salón y me fuí a la cocina a por una cerveza. Lo bueno del infierno es que se podía desear lo que se quisiera. ¿Querías una película porno? La tenías, ¿deseabas tener un jacuzzi? Ahí estaba. Cualquier cosa estaba a nuestro alcance. Y como no necesitaba a nadie, por eso apuñalé en la cabeza a mi tutor legal y lo enterré en el jardín de atrás.

Era mejor como abono que como tutor.

Hola a todos:

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Hola a todos:

Cuanto más escribo de esta historia más me gusta. Tengo un amor profundo hacía la sádica de Usagi.

Un vemos pronto.

Ginny :)

Instituto InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora