CAPÍTULO XXVII: VEHUEL

28 8 3
                                    


Las llamadas y los mensajes de Patrick no dejaban de llegar. Quería que saliéramos como amigos a algún bar o a cenar en su casa. Nuestro último asesinato doble había creado un vínculo entre nosotros, pero había un problema: él era mi siguiente víctima.

Aquella noche estaba tan exhausto que al llegar a casa me arrojé sobre la cama a contemplar el techo. Ni siquiera pasó por mi mente revisar mi celular para conocer el nombre de mi siguiente víctima y, pensándolo bien, fue beneficioso para mí, ya que de haber sabido el nombre estando con Patrick a un lado me hubiera evidenciado por el nerviosismo.

»¿Piensas matarme? ¿Después de todo lo que he hecho por ti, Nicholas?

No lo sabía.

»¿Eres tan malagradecido? ¿Después de que salvé tu vida CONSIDERAS matarme? ―La voz sonaba furiosa.

―¡¿Qué demonios quieres que haga?! ―bramé en voz alta.

»Tu hija ya ha obtenido cuatro años más de vida, ¿No son suficientes?

Sabes que no ―respondí sin mover los labios. Mi hija estaba en la casa y escucharme hablando conmigo mismo podría asustarla―. Una vida de trece años no es suficiente. Lindsey merece vivir más...

»Pero matarme no le garantizará toda la vida que le deseas... Sólo le garantizará un año más...

―¿Entonces qué mierda propones?

»Sencillo... Haz lo que yo. Busquemos corruptos por nuestra cuenta. Ignoremos el listado de Mefisto y valgámonos de nuestros medios.

Algo no me convencía de esa idea. Él supo explotar esos huecos en el contrato a su favor, pero hablábamos de Mefisto, quien, muy posiblemente, no estaba dispuesto a ser la burla de un simple mortal que creía ser más astuto e inteligente. Y aquí estaba la prueba. Mefisto quería a Patrick muerto y tal vez se debía a que pretendía hacerse el listo al burlar las reglas del demonio. Fuese o no así, no estaba dispuesto a correr el riesgo de poner la vida de mi hija en peligro.

»No te das cuenta de lo que sucede, Nicholas, ¿cierto?

―Explícame...

La puerta de mi habitación se abrió y Lindsey entró despacio.

―¿Qué pasa, cariño? ―me sorprendió la rapidez con la que recobré mi templanza.

―¿Todo bien, papá?

Me incorporé y miré alrededor de mi habitación y noté que era un caos. Algo malo me estaba pasando. Hablar con la voz de Patrick se estaba volviendo tan real que la frustración y la desesperación eran proyectadas fuera de mi mente sin que me diera cuenta de ello.

―Sí, yo... ―me sentía agitado y estaba sudando mares. No recordaba en qué momento había dejado de contemplar el techo―, estaba por reacomodar la habitación.

Lindsey era una niña muy lista y supe que eso no la engañó. Estaba consciente de que ella sabía que yo atravesaba por un mal momento, pero al escuchar mi pretexto supo que no estaba lista para escuchar ese "problema de adultos", así que lo único que hizo fue acercarse a mí y darme un abrazo mientras acariciaba mi mentón.

Sucumbí ante su dulzura y, sin poder resistirme ante su tierno encanto, lloré mientras me sentaba en la orilla de la cama para abrazarla más fuerte.

―Te amo, papá...

Abrí los ojos y miré sobre el hombro de Lindsey. Patrick estaba parado detrás de ella viendo ese momento. Él sabía lo que pasaba por mi mente y yo podía percibir el odio que transpiraba.

Lo siento, Patrick, pero no permitiré que la vida de mi hija peligre. Debo matarte.

»Te vas a arrepentir, Nicholas...

Patrick se evaporó y nos dejó a solas a mi hija y a mí en ese largo abrazo que expresaba un amor real y puro.

―¿Papá?

―¿Sí?

―Tu barba me pica...

Dejé escapar una risita que cortó el llanto, miré al espejo de mi derecha y vi mi rostro. Tenía una fea barba acompañada de un horrible bigote de varias semanas, de los cuales no me había percatado.

¿Cómo estaría mi alma?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

EL PACTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora