7. Descontento.

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Jake Russell

—¿Cómo se te ocurre pensar en eso, Russell? —recrimina el doctor, sacudiendo la cabeza con indignación—. Jessica ha pasado por mucho; lo último que haría sería tocarla. Además, tengo esposa, como bien sabes.

—Entonces, ¿por qué están tan familiarizados? —cuestioné, aún con la voz ronca y una malicia que no me deja en paz—. ¿Qué debe revisarte, Housend? ¿Jessica Taylor?

—¡La cabeza! ¡La cabeza, porque me estás volviendo loca! —dijo, tomando su bolso y saliendo del consultorio tan rápido como el alma que lleva el diablo.

—¿Qué le está sucediendo, Hausend? —le pregunté, mirando la puerta de su consultorio entreabierta—. Está... tan diferente, tan... Ni siquiera sé si aún la conozco.

—Ella te lo contará cuando esté preparada. Ahora lo menos que necesita son problemas, Jake —la voz de Hausend sonó suave a pesar de mis acusaciones; él permanecía tranquilo—. Necesita comprensión, necesita amor, necesita de ti. No esto, lo que haces solo le causa más daño, Jake.

—¿No me va a decir lo que le sucede?

—No me corresponde a mí hacerlo, Russell —dice mientras me señala la puerta. Gruño, dejó el dinero en la mesa y antes de irme, añade—; No la dejes sola en esto.

—¿Pero qué pasa? —preguntó estresado, pero él solo me cierra la puerta en mi cara—. ¡Muchas gracias!

La secretaria me mira y niega con la cabeza en desaprobación. Yo ruedo los ojos y camino hacia donde se fue Jess. Necesito hablar con ella, tratar de solucionar las cosas y ayudarla en lo que pueda, pero no tengo ni la menor idea de qué demonios pasa por su cabeza, de qué le ha sucedido, o de lo que ha sufrido.

Aunque definitivamente sé que es por mi culpa o en parte, en algo tengo que ver. Presiento que no es solo mi huida, que es mucho más que eso. Y temo que sea algo demasiado delicado, algo con lo que yo no pueda lidiar, con lo que no pueda ayudarla. Y al final, ella se termine desvaneciendo por completo.

Entonces la veo, caminando por los pasillos infantiles, mirando por una pequeña rendija hacia un consultorio.
A medida que me acerco, me siento más desconcertado. Jess tiene los ojos llorosos, hinchados y rojos; sus mejillas también están enrojecidas. Trata de controlarse, pero las lágrimas parecen escapársele sin control.

Ahora estoy más intrigado que nunca. ¿Qué hace ella aquí? Recuerdo claramente cuando me dijo que no quería hijos, por lo menos, no propios, ni siquiera conmigo. ¿Los querrá ahora? No sería un problema para mí; la quiero, y un hijo suyo sería lo más hermoso que podría recibir. Sin embargo, siento que hay algo más, algo que ella no ha querido compartir conmigo.

—¿Qué sucede, Jess? —cuestioné apenas en un susurro para no asustarla, pero ella se sobresaltó y se puso repentinamente nerviosa—. Perdóname, Jess, pero no entiendo qué pasa. Me desespera no saber qué está sucediendo contigo.

—Nada, nada que te importe —dice con la voz fría y gélida, y se aparta de mí—. Supongo que me acuesto con el doctor Hausend, ¿no?

—Jess, todo sobre ti me importa, todo —ella hace una mueca mientras mira por la rendija, y luego aparta la mirada rápidamente—. Bien, sé que soy un idiota, pero un idiota loco por ti, y estoy desesperado por saber qué tienes, qué pasa contigo, porque parece ser que ya no eres la misma Jess, mi Jess.

—Quizás porque te la llevaste contigo —murmura, con la mirada fija en el suelo. Ella parece haber perdido su seguridad, su autoestima; ya no es la misma, lo sé. Pero entonces levanta la cara y me mira, tratando de no llorar más—. A diferencia de ti, no creo que ella regrese.

A media noche, acaba nuestra noche© #2 AmedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora