La luz de la luna, que se filtra por la ventana. Iluminando el rostro de los niños que duermen tranquilamente, sonriendo, teniendo dulces sueños.
Y luego estaba él, en temblando en la tranquila habitación, después de ver una vez más en sus sueños, a aquellos seres. Porque para ellos existía, por ellos respiraba, por ellos vivía.
Noche tras noche, solo en aquella oscuridad, sollozando lo suficientemente bajo como para no ser escuchado, mientras su pequeño cuerpo se estremecía. Tarareando esa dulce canción para calmarse.
[Al final, no es como si fuera a ser escuchado]
Él tenía 4 años.
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La mujer de cabellos negros observaba a los niños, que jugaban por el amplio patio. Y luego estaba él, sosteniendo la mano de esa mujer.
Y todos comenzaron a entrar a aquella hermosa casa. Es hora de que el examen comience. La misma rutina. Los mismos juegos. El mismo examen. A las mismas horas.
Y el dulce alago de una madre a aquellos que son perfectos.
[Pero él no era]
[Él era solo un niño, que suplicaba por ser amado]
[Que quería el amor de su madre. Su única madre]
Ahora tenía 6 años.
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Ahora había crecido, ya no era un niño inocente. Quería venganza. Quería que pagaran. Ella pagaría. Pagaría esas noches en vela, ese dolor de ver a sus hermanos partir. El dolor que sintió al entregarlos a la muerte.
[El dolor de no ser amado]
Porque él se había vuelto una ficha mas de este juego. Un perro que cuida el rebaño de ovejas. Con una larga y hermosa [Asquerosa] cadena al rededor de su cuello. Ocultando aquellos números.