Capítulo 8.

122 7 2
                                    

La semana ha pasado lenta y pesada. Mis días han sido repetitivamente aburridos. Ir a clases por la mañana, comer en la cafetería de la universidad con los gemelos y hacer resúmenes y estudiar durante horas por las tardes. El viernes lleva el mismo rumbo que todos los otros, solo que hoy mi corazón está todo el rato a punto de salirme por la garganta. No llegué a contestarle a Rubén, le dejé en “visto”. Ha sido lo más duro que he hecho en mi vida, pero Rob me insistió mucho en que si realmente él quería verme, a un tío le daría igual si le contesto o no, que el vendría igual. Después de las absurdas clases, y el almuerzo de rigor con Diego y Rob, al que también vinieron un par de amigos más, me he ido directamente a mi apartamento.

 Estoy demasiado agobiada como para estudiar nada, así que me paso las horas sentada en el sofá, viendo un maratón de The Big Bang Theory, e intentando pintarme las uñas de azul marino, lo que se convierte en una difícil tarea teniendo en cuenta que mis manos tiemblan como si estuviera a decenas de grados bajo cero. Cuando son las 8, decido que ya es una buena hora para levantarme, pero eso no hace nada más que aguantar mis problemas.

No quiero arreglarme tanto como para que piense que soy una furcia loca que solo quiere tirárselo, pero tampoco quiero ir en chándal, ya me vio suficientemente mal el domingo por la mañana. Después de un largo tiempo de meditación sobre que ponerme, escojo unos pitillos blancos, y una camiseta de tirantes azul oscuro. Bien, así parece que no me he arreglado especialmente para verle a él pero tampoco que me acabo de despertar. Me ducho rápidamente, me visto algo nerviosa y me vuelvo a poner los pendientes, los anillos y, aunque no me maquillo mucho, si me pongo varias capas del rímel que siempre me acompaña. Vuelvo a tirarme en el sofá y sigo con mi maratón.

Son casi las 11 y no puedo evitar que malos pensamientos lleguen a mi cabeza. Primero son ideas estúpidas como que se le ha hecho tarde, o que había mucho tráfico. Luego pasan a ser reflexiones más deprimentes, como que se ha olvidado o que tenía otro plan mejor. Cuando me vuelvo una absoluta paranoica, pensando que todo era una jodida broma o que se estaba riendo de mí, suena el timbre haciendo que me paralice. Hace varios días que sé que esto va a ocurrir pero creo que no he sido consciente de ello hasta que el molesto ruido del timbre ha sonado. Me levanto corriendo y me miro en el espejo del recibidor. Me echo el cabello hacia atrás, despeinándome un poco mi largo pelo liso, aprieto mis puños, y abro la puerta.

No puedo evitar morderme el labio y ahogar una risa al ver el panorama. Rubén está apoyado en el marco de la puerta con un brazo, mientras con el otro sujeta una enorme caja de pizza, adoptando una absurda posición intentando ser gracioso y sensual. A la estúpida postura le acompaña que pone los labios haciendo morritos y levantando las cejas repetidamente. Está muy inútilmente sensual en este intento de “Sexy pero vulnerable”.

—¿Ha pedido una pizza, señorita? —me dice sin moverse de esa divertida posición.

—La verdad es que había pedido a un tío bueno, pero me han traído a un retrasado…—le respondo riendo y apartándome de la puerta. —Anda, pasa.

—Siento que sea tarde, había muchísima cola en la pizzería. —me explica entrando en mi casa y cerrando la puerta tras él.

—No te preocupes. Ah, zapatos fuera. —le digo señalando mis pies descalzos y luego señalando a los suyos. —Hay parquet en toda la casa.

—A sus órdenes. —me responde haciendo el gesto del saludo militar, mientras se quita los zapatos sin las manos. Andamos hacia el comedor, donde deja la pizza.

—¿Vives tú sola, Nora?

—Nop. —le respondo, exagerando mucho la P final. —Vivo con Anakin que es mi cosita bonita. —explico, mientras cojo en brazos a mi pequeño gato, que se encuentra subido tranquilamente al sofá.

Tu tan de Ron y yo tan de Vodka. [Rubius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora