Capítulo 33
Las acciones siempre demostraban que las palabras no tenían la verdad absoluta. Aarón era un hombre que lo sabía muy bien. Un hombre que en lo que llevaba de vida había conseguido mucho más actuando que conversando. Podía fácilmente diferenciar la realidad en las mentiras, al igual que sabía jugar a la perfección con ellas. Jugar a su conveniencia claro estaba.
Las personas mienten mucho y en su punto de vista el amor no existía. Sólo existe el beneficio personal que obtengas bajo el nombre del amor, que luego de conseguirlo el sentimiento fácilmente cambiaba a rencor. Aarón debía encargarse de colocar en su hijo el sentimiento correcto que lo ayudaría a él mismo a poder manejarlo a su conveniencia: el rencor. Y así podía obtener su beneficio.—El niño rubio ya colaboró. —dijo Carmelo con una sonrisa en el rostro. Había sido mucho más rápido de lo que imaginó, pero no se quejaba. Su hombre de confianza siempre había sido una persona muy eficiente. —Y ya comenzó a empacar sus cosas para devolverse a México, al parecer no le gustó mucho nuestro país. —dijo con sarcasmo riendo exageradamente.
La única mujer en la habitación contenía las ganas de vomitar, lo podía notar. Sin embargo, no lograba engañarlo, le gustaba su ocupación, solo que admitirlo le causaría un problema muy grande. La mayoría de sus trabajos eran ilegales, pero la rubia sí que sabía sacarle provecho a lo que hacía. Cada documento falsificado que había necesitado desde hacía meses tenía su nombre, y recibía buena paga por ello, cosa que la mujer necesitaba demasiado ya que jamás se había negado a ningún trabajo. Como en esa ocasión, que con una sonrisa Andrea colocaba un sobre manila encima la mesa a la par que Aarón le colocaba un fajo de billetes como pago.
—Quedaron perfectas. —fue lo único que salió de su boca mientras la mujer guardaba el dinero con rapidez.
—Gracias, por suerte la chica no se dio cuenta de nada. —fue la respuesta que le dio sin dejar de sonreír.
Era muy buena en lo que hacía. Sólo fue capaz de sonreír ante la obra de arte que veían sus ojos.
El angelical perfil de Maya se posicionaba perfectamente en el cuerpo de quien sabe que chica había utilizado Andrea para las fotos, y el rubio junto a ella, o sobre ella, mejor dicho. No tenía palabras, estaba demasiado sorprendido con lo que veía, no eran muy explícitas, pero no dejaban mucho a la imaginación. El cuerpo de la chica estaba cubierto por una sábana que disimulaba muy bien el acto o alguna marca que hiciera a Dimitri dudar, y el rubio se encontraba sin camisa mientras le besaba el cuello con algo de incomodidad. Habían utilizado como escenario la cabaña que sabía que su hijo había llevado a la muchacha varias veces, y presentía que eso sería la cereza del pastel.—Perfecto. —miraba con admiración cada foto realmente sorprendido. Las veía, las volvía a ver y luego lo hacía una tercera vez, de verdad que estaba fascinado. —¿Y la chica?
Dijo de pronto interesado por la modelo de tal sección.
—Ya recibió su pagó. —dijo Carmelo antes que Andrea empezará a hablar. —Y también ya está lejos del pueblo como debe ser, no tiene de que preocuparse.
Aarón asintió convencido sin dejar de mirar las fotos.
—Andrea, eres toda una profesional. —la recién nombrada sonrió levemente con una repentina incomodidad. —Si no estuviera enterado apostaría que mi querida nuera está muy entretenida con su amiguito, está perfecto.
Así parecían. Y el detalle final lo completaba el hecho de que las fotos estaban un tanto borrosas, como si la persona que las hubiera tomado le preocupara ser descubierta
Simplemente perfectas para el ojo de su manipulable hijo.—Muchas gracias. —volvió a repetir la rubia un tanto sonrojada.
Todo estaba hecho, estaba listo. Por fin tendría a su hijo para él, para lo que siempre había imaginado.
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Punto débil © (Versión Corta)
Romance-No te entiendo. Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas. Él soltó una fuerte carcajada. Rompió su corazón lo sabía, pero daba igual, eso era lo que ella había conseguido con sus acciones. -¿Enserio no lo notaste? -preguntó con burla. -¿Eres...