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Ernesto y su hijo Tatos viajaban sin prisa en una destartalada carreta por el camino que va de los montes Goscos hasta Bérsula. Tatos era bajo a diferencia de su padre, que era el hombre más alto de su aldea. y donde su padre era rubio como los ojos de los magos, él era pálido y de cabello negro azabache igual que su madre.

En Bersula les esperaba el mercado de mitad de año y gracias a los dioses tenían una clientela segura, dado que en la villa era conocida la calidad del producto que vendían.

El viaje no era largo, pero a los dos le gustaba demorarse y ver el hermoso paisaje de las tierras sureñas de Vadomar.  En particular, el camino seguía por el borde de la ciudad de los hijos del Titan y era una dicha ver todo su esplendor. Las edificaciones eran altas, fabricadas con piedra negra, hierro y bronce en su mayoría. A Tatos las innumerables historias que se contaban de ese lugar lo emocionaba desde que era pequeño. Visitarla había sido su mayor aventura hasta el momento. Recordaba vivamente las espaciosas calles y el calor infernal frente a las fraguas. Las doncellas también estaban aún en su mente. Eran tan altas como los hombres, y como los hombres se ataviaban con ropas de cuero reforzado. Sus fuertes brazos hubiesen podido levantar a Tatos y arrojarlo aun lado con mucha facilidad. Solo con el fuego de sus ojos podían someterlo a su voluntad.

Inmerso en su contemplación de la ciudad, casi se cae cuando su padre detuvo la carreta abruptamente. Frente a ellos había una mujer herida. Su pelo cobrizo estaba recogido en dos largas trenzas. Llevaba ropa gris y abrazaba un bulto alargado envuelto en una tela roja.

-El río-murmuraba la mujer con claros indicios de dolor.

Tatos saltó de la carreta y llegó al lado de ella antes que su padre. La tocó y ella se extremeció mostrando disgusto solo con un gesto de su boca,como si no le quedaran fuerzas para algo más.

-¿Qué te ha pasado?-preguntó Ernesto mirando hacia ambos lados del camino.

La mujer agarró fuertemente la muñeca de Tatos, para luego aflojarla. Se miraron y el joven vio el rostro flaco de la mujer. Era difícil decir que edad tenia pues sus ojos eran grandes y propios de una chica de la edad de Tatos pero el resto de su rostro estaba en extremo demacrado.

-El río. Llévenme al río. Por favor.

-Necesitas un curandero-dijo Tatos-La ciudad esta más cerca.

-¡No! Allí no. Debo arrojar esta cosa al río.

Intentó incorporarse y la tierra a su alrededor fue cubierta por la sangre. La mujer los miró a los dos. Desesperada.

-Por favor. Se los suplico. Tiren esto en el río. Así dijo el profeta. Es mi ultima voluntad. Por favor.

La mujer se fue desvaneciendo con cada palabra.

Tatos con un nudo en la garganta le preguntó su nombre.

-Jhii-dijo y murió.

—-

-¿y después de eso qué pasó?- preguntaron los hijos del Titan a Ernesto.

-Montamos el cuerpo de la mujer en la carreta junto con el bulto que abrazaba y seguimos adelante con el propósito de llevar a cabo su ultima voluntad. Mi hijo insistía en que debíamos ver que era lo que estaba oculto tras la tela ensangrentada antes de arrojarlo al río. Yo no quería saber nada de eso así que le dije que se callara. Llegamos al río y antes de que pudiera evitarlo Tatos le sacó el bulto a la mujer y corrió lejos. Cuando lo alcance tenia en su mano derecha una espada deforme. Negra y roja. Le ordené que la tirara al río. Me dijo que no podía hacerlo. Que si intentaba hacerlo la espada lo partiría en dos o lo apuñalaria como había hecho con la chica. Me dijo que la espada le hablaba dentro de la cabeza. Le hacia promesas y amenazas.

Ernesto lloró un rato antes de continuar.

-Estaba como trastornado. Sonreía mientras hablaba. Decía que el profeta era el culpable. Se arrojó sobre mi y me cortó la pierna a la altura de la rodilla como pueden ver. Luego separó el caballo de la carreta y lo montó. Lo último que me dijo fue que la espada me perdono la vida porque él se lo había pedido. Que él estaría bien y que le despidiera de su madre. También dejó un mensaje para ustedes de parte de la espada. Me pidió que se lo dijera con las palabras exactas:

A los hijos del Titan, sepan que no olvido el trato que me dieron. Como intentaron destruirme o someterme. No pasara mucho tiempo antes de que les corte la cabeza a cada uno. Grandes y pequeños. Serán igual que la ciudad Artoj. Lo juro por la oscuridad que me creó y la chispa que me dio la vida.

Tras escuchar el mensaje los hijos del Titan se rieron sin decoro y dejaron a Ernesto al cuidado de los curanderos. Por ellos Ernesto supo parte de la historia de la espada de Jhii.

-¡Ah pobre hombre! Todo es culpa de la casa Jhii. Amalda y Roque Jhii, jóvenes esposos que se dedicaban al oficio de herrero. Veras ella no era una ciudadana pura y traía ideas de su tierra. Se creía un elfo, atando hechizos impropios sobre los objetos. Si usted la vio habrá visto un destello de oro en sus ojos pero ni de lejos se la confundiría con un mago. El año pasado durante el concurso de la asociación de herreros, presentaron su espada infernal. Ganaron desde luego, pero el hechizo se les salió de las manos y la espada tomó el control. El pobre Roque, murió luego de que la espada le arrebatara su energía vital. Ella asustada pidió la ayuda de los miembros de la asociación. Intentaron destruir la espada por todos los medios pero fue inútil. Corto brazos y piernas antes de que se le controlara con hechizos que rápidamente se debilitaban. Entonces llegó a la ciudad el profeta. Nadie lo conocía y habló solamente con Amalda. Por lo que dices la convenció de que robara la espada de la custodia de los herreros de la asociación y la arrojara al río. Nadie lo ha vuelto a ver por lo que me pregunto cuales eran sus verdaderas intenciones. 

Ernesto dejó la ciudad de los hijos del Titan dos días después. Lo indemnizaron por su pierna y por su hijo, dado que los había perdido por causa de asuntos de la ciudad. Mucho dinero que no gastaría fácilmente pero no compensaba la tristeza de su perdida. Aunque los rumores de un guerrero portando una espada infernal empezaron hacerse comunes. Rumores que auguraban el nacimiento de una historia, un cuento de Vadomar.

Cuentos de Vadomar (La espada de Jhii)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora