Pequeños West II [West#2.5]

16- Desastres.

Bastián

La navidad y el año nuevo habían pasado, mis papás lo habían pasado en su crucero, Jack y su esposa aún estaban de viaje, Shark, Renata y los niños en Londres, así que nuestra navidad la pasamos con Summer, Charlie y los niños. La habíamos pasado muy bien, pero ya había regresado al trabajo, la empresa era mi responsabilidad, por lo tanto no podía perder tiempo, aparte para la tarde debía estar en casa para celebrar el segundo cumpleaños de mi pequeño Brendan, él estaba muy emocionado por tener un pastel. Estaba emocionado por el cumpleaños de mi hijo, pero debía concentrarme en los documentos que estaba revisando, al menos eso intenté, porque empezó un escándalo a fuera y pocos minutos después a dentro.

—Señor West, le dije que no podía pasar... —dijo mi secretaria preocupada cuando una señora entró.

—A ver querida, yo soy su suegra —me puse de pie. Así que era ella.

—Tranquila —asentí, mi secretaria se fue y cerró la puerta, dejándome solo con esa mujer.

—Bastián West —pronunció mi nombre con lentitud—, no fue fácil encontrarte, pero un anuncio en el periódico me hizo todo más fácil.

Mierda. April y yo habíamos sacado un anuncio en el periódico con una foto nuestra e información de nuestras empresas, nosotros construiamos y ella diseñaba, era una buena promoción para ambos, aunque con lo sucedido empezaba a considerar lo contrario.

—Quién lo diría, la inútil de mi hija al fin hizo algo bien, porque casarse con un millonario —fruncí el ceño.

¿Millonario?

—¿Qué hace acá? ¿Qué piensa que va a ganar viniendo aquí? —dije lo más serio posible.

—¿Yo? Sólo busco una familia —se encogió de hombros y se acercó a la pared dónde colgaban fotografías de mis hijos y de mi esposa a mi lado—. El otro día conocí al pequeño Brad —vio la fotografía de Brad Lou, cada una de sus fotografías tenía su nombre, porque los tres eran mi orgullo más grande—. Bradley, con que de ahí viene el Brad —rodee los ojos—. Me encantaría conocer a la pequeña... Avril y al pequeño... Brendan.

—¿Qué es lo que quiere realmente? —sabía que esa no era su verdadera intensión—. ¿Por qué aparece ahora?

—No pude aparecer antes porque la malgradecida esa desapareció con el imbécil de su padre y ese día que la encontré por casualidad en el supermercado, supe que había sido por algo.

—¿Y qué es ese algo? —me dio la espalda y se quedó viendo las fotografías.

—Recuperar el tiempo perdido.

—Dejémonos de juegos, ¿cuánto quiere por dejar en paz a mi esposa y mantenerse lejos de mis hijos? —se giró.

—Tu esposa es mi hija y tus hijos son mis nietos, yo soy su abuela y creo que tienen derecho a conocerme —bajó la mirada—. Pero tú crees que con dinero todo se puede arreglar, ¿no es así?