Sin camisa

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Asta tiene muchas malas costumbres,  como gritar por todo, pero sin duda la peor era pasearse por todos lados sin camisa. Maldito exhibicionista, maldijo Yuno cuando se levantó y Asta volvía de entrenar con el sudor resbalando por su torso musculoso.

Ellos dos eran los únicos despiertos en la iglesia, hacia aproximadamente una semana que estaban de vacaciones y por supuesto lo primero que hicieron fue venir a su lugar de origen. Aquello le estaba complicado la vida, porque no importaba cuanto lo intentara, no podía dejar de pensar en Asta; y es que Yuno había aceptado -con mucho trabajo- que estaba enamorado. Pero lo que lo atormentaba era más que los sentimientos, en algún momento el deseo había surgido.

Ser adolescente apesta, pensó dándose cuenta que las hormonas eran las culpables de las enormes ganas de empotrar al bajito contra la pared y hacerlo gemir hasta quedar satisfecho. Diablos ¡era un maldito pervertido! Si Asta supiera lo que pensaba se remplantaria el andar tan jodidamente sexy a la mañana.

- ¿No tienes camisas? - preguntó en un intento de hacerlo desistir de su maldita manía. Asta lo miró extrañado, luego sus ojos parecieron comprender la situación. Yuno se puso a rezar.

- Hace calor, además ¿por qué te molestas? ¡Ya sé, me tienes envidia! - No sabía si alegrarse de no ser descubierto o enojarse porque el maldito enano creía que tenía celos de su escultural cuerpo. Al menos soy alto, pensó despectivamente.

- ¿Quién querría tener ese cuerpo de simio? Das miedo, mucho músculo poco cerebro. - No es que realmente pensara eso, pero hay que disimular.

- ¡A las chicas les encanta! - Refutó.  Y no solo a las chicas, Asta.

- ¡Eso no tiene nada que ver, ponte una maldita camisa! - Renegó, perdiendo la paciencia. Y no es que él fuera alguien muy paciente, Asta frunció el ceño. Genial, se pondrá terco.

- No quiero ¿por qué tengo que hacerlo? - Yuno maldijo, ¿por qué tenía que ser tan obstinado?

- Solo hazlo y ya. -

- ¡No! ¿por qué? ¡Dame una buena razón! -

Estalló.

- ¡Por qué te ves tan endemoniadamente sexy que me vuelves loco! ¡Maldición Asta estas subestimando mi autocontrol! ¡Cómo sigas andando así no podré controlarme! - Mierda. Dios, soy yo de nuevo. Se descolocó por completo ¿por qué Asta tenía una sonrisa de suficiencia en el rostro?

- Ya tardabas. ¿Qué? ¿Creías que no me daba cuenta de tu cara de baboso? - Se puso rojizimo, ¿donde estaban los de Ojo de la noche blanca cuando se los necesita?

- Entonces... Ya lo sabías... - Nunca se había sentido tan humillado, y él que creía que su rostro siempre se mantenía impasible. Quizás así fuera, pero Asta lo conocía tanto que se había dado cuenta.

- Si, pero bueno ¿no vas a hacer nada? Digo, los demás se levantaran dentro de poco y no podremos hacer nada...-

Lo interrumpió.

- ¿De qué hablas? -

- ¡Eres lentísimo! Hablo de que me beses, Yuno idiota. - Asta se acercó mucho, muchísimo. Se sentía nervioso, bueno es lo que quería pero una vez sucedía es diferente, más difícil. Vamos, te esta dando permiso no lo arruines.

Puso una mano en su cintura -delicadamente- y lo atrajo a su cuerpo con el corazón enloquecido, su mano tocaba la piel desnuda y caliente, se sentía tan bien. Y finalmente ocurrió, el momento más esperado por ambos; sus labios se unieron en un dulce y necesitado beso.  Yuno aprovechaba su altura para arrinconarlo contra la pared y Asta, su fuerza para aferrarse al cuerpo de su amado.

A veces, las malas costumbres pueden desembocar en situaciones placenteras y ansiadas.


//Originalmente publique esta historia en FanFiction.Net pero tome la decisión de también publicarla acá.

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