El secreto de su piel

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Era el día perfecto para hacerlo.

Era su día de descanso, el sol estaba resplandeciente y estaba acompañado por una agradable brisa. No desperdiciaría la oportunidad pues era el día perfecto para hacerlo.

Empacó lo necesario en su mochila y estaba listo para marcharse cuanto antes, saliendo discretamente del santuario.

No quería encontrarse con nadie, simplemente quería estar solo por lo que se dirigió a su destino sin avisarle a los demás.

Le faltaba poco, solo tenía que cruzar la pequeña zona arbolada y llegaría. Grande fue su sorpresa al descubrir lo que se encontraba entre los árboles.

Eral él, el causante de todos sus suspiros, Shura de Capricornio. Estaba sentando en la sombra, apoyado en un tronco con la atención fija en el libro entre sus manos, distrayéndose al haber escuchado los ruidos que hizo el griego en su caminata.

—Aioros...— Su voz suave denotaba sorpresa al verlo ahí.

—¡Hola Shura! — Sonrió mientras se acercaba a él. Habían pasado dos semanas desde que ese hermoso español había accedido a darse una oportunidad entre ellos por lo que ahora era SU español. Recordarlo le hizo sonreír en sus adentros.

—¿Andas en una expedición? — Preguntó al verlo cargando la mochila.

—Si...— Rascó su mejilla, nervioso. —¿Y tú? ¿Viniste hasta acá solo para leer?

Shura asintió. —Cuando leo libros en español me gusta alejarme del Santuario. — Aioros no respondió eso por lo que hubo un silencio entre ellos, extrañando al pelinegro pues el griego era todo un conversador. —¿Puedo saber a dónde te diriges?

—Ah...— Se sintió acorralado, no quería dar detalles, pero tampoco le parecía apropiado ser deshonesto con él. —Iré a la playa. 

—¿Quieres que te acompañe? — Miró al castaño con curiosidad por su actitud peculiar.

De nuevo acorralado. ¿Cómo podría negarse a su compañía cuando en cualquier otra situación desearía estar a su lado sin importar nada? —Eh-está bien. —sonrió nervioso. 

Shura sonrió extrañado, pero rio suavemente. —No te preocupes Aioros, no te molestaré. Tengo mi libro para entretenerme. — Alzó el ejemplar para enfatizar.

Caminaron hasta que sus pies comenzaron a hundirse en la arena y la brisa se tornó salada.

Para suerte del español, encontró la parte de un tronco que seguramente había llegado arrastrado por la marea, era perfecto para usarlo de asiento, colocándose en horcajadas sobre este.

Mientras tanto, Aioros puso una toalla junto al lugar designado del pelinegro con pesar. No le gustaba sentirse así, nervioso y avergonzado y mucho menos con Shura, tenía que ponerle fin a su incomodidad así que se armó de valor. —Shura...— se paró a su lado, mirándolo desde arriba con determinación. —Te seré honesto... Vine a broncearme. — Dijo con una mano sobre su cadera.

—¿Solo por eso tienes esa actitud tan rara? — soltó un bufido. —Adelante, no tiene nada de malo.

Aioros suspiró. —De acuerdo... — Se dio la vuelta para comenzar a alistarse, comenzando a quitarse su playera roja sin mangas. 

Aquel espectáculo no pasó desapercibido por el pelinegro. Se pensaría que después de haberle visto entrenando descamisado infinidad de veces estaría acostumbrado, pero no, ese cuerpo lo llamaba, esos músculos lo provocaban y esa bella piel dorada le pedía recorrerla con sus manos, sus labios, su leng...

—¡¿Aioros, que haces?! — preguntó exaltado al notar como las nalgas de este comenzaban a quedar expuestas, volteando la mirada inmediatamente mientras su rostro se ponía colorado. 

—Te dije que me iba a broncear y odio cuando quedan las marcas de la ropa. Es la única forma de obtener un resultado uniforme. — dijo ruborizado al notar que Shura se había dado cuenta, aunque después sonrió porque significaba que lo había estado observando. Continuó con su tarea hasta que la bermuda cayó a la altura de los talones. Era increíble, pero ya encontrándose desnudo se sintió mucho más a gusto.

Shura maldijo su suerte, fuera buena o mala estaba maldita. El griego había comenzado a frotar una solución aceitosa en su cuerpo, haciendo brillar sus músculos que se veían aun mas tonificados por el efecto de la luz.

—¿Me ayudarías poniéndome bronceador en la espalda? 

El español pasó saliva y asintió. Trató de distraerse así mismo mientras aplicaba aquel producto, llegó a la conclusión que había aceptado tener una relación con un embaucador terriblemente hermoso, letal. — ¿No pudiste haberme pedido esto antes de quitarte la bermuda?

Aioros rio. —Disculpa, pero así es mas óptimo el proceso. Primero desnudo y luego el bronceador.

—Listo. —Dijo Shura antes de un suspirar.

—¡Gracias Shura! — Aprovechó la cercanía para robarle un beso, dejando al español anonadado mientras el se acostaba en la toalla boca abajo.

El pelinegro respiró profundo, tenía que calmarse. Todo su cuerpo se sentía alborotado, pero tenía que controlarlo, sobre todo al cosquilleo que atormentaba su pelvis. Trató de distraerse en la lectura que había dejado inconclusa, pero era inútil. Su atención no quería estar en las páginas del libro, quería volver al griego y, además, por mucho que lo intentaba no podía entender nada del texto aunque estuviera en su lengua materna. Debía ser fuerte.

Habían pasado varios minutos, pero para Shura fue eterno y la tortura no solo continuó, sino que empeoró cuando el castaño se giró sobre la toalla para que el sol acariciara su zona frontal.

Shura volvería al infierno. Cometería un pecado que lo condenaría al profanar con sus ojos aquel cuerpo divino, pero la curiosidad estaba quebrando la voluntad de la que se sentía orgulloso. Quizás si daba un vistazo rápido el pecado no sería grande. Error, volvió a ruborizarse por completo al verlo, resultó que si era grande a pesar de no estar en su máximo esplendor. De nuevo trato de distraerse en su libro, las letras seguían sin recobrar el sentido, no mientras usara su comprensión para responder las formas en las que ese objeto pecaminoso sería capaz de llevarle al cielo... Definitivamente se merecía volver al infierno.

El tiempo siguió transcurriendo. El pelinegro había intentado tanto de no mirarle que no se percató que Aioros le había estado observando todo el tiempo, disfrutando de ver lo poco que podía de su cara enrojecida y como luchaba contra sus impulsos escudándose detrás de ese libro del cual frecuentemente estrujaba las paginas entre sus manos para apaciguar su ansiedad. Lo hacía sentir halagado.

—Deberías intentarlo. — Pasó ambas manos detrás de su cabeza para usarlas de almohada. —Es bastante relajante y te noto muy estresado. — rio traviesamente.

—¡Eres un diablillo! — Continuó negándose a mirarlo

—Vamos, Shura. Eres mi pareja, tarde o temprano iba a estar desnudo frente a ti, aunque jamás me imaginé que sería tan pronto y en esta circunstancia... ¡Lo siento! —rio divertido

Shura rechinó sus dientes, se sentía bastante azorado por culpa de ese adonis exhibicionista. —No tiene caso que te disculpes de algo que no lamentas. 

Aioros negó aquello, pero se puso de pie y buscó su ropa para vestirse por completo. Ya hecho fue a sentarse igual que el español, a horcajadas sobre el tronco para verlo frente a frente, quitándole el libro de las manos para que dejara de esconderse de el.

—Muchas gracias por acompañarme. — Se aproximó a el para darle un tierno beso en los labios. —¡Esto es mucho más divertido contigo! — sonrió de lado. —¿Quieres acompañarme en la próxima?

Shura suspiró. —Está bien, pero solo porque alguien tiene que cuidarte el trasero. — Al ver la amplia sonrisa en el castaño no pudo evitar sonreír también.

No iba a negarse. Estaba seguro que en un futuro bastante cercano acompañarle a sus sesiones de bronceados sería uno de sus pasatiempos favoritos.


Fin.


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Se supone que yo me iba a tomar un descanso después de darle duro a la primer parte de mi ff multichapter, pero tenía que hacer un ensayo y ya con el word abierto tristemente llegó la inspiración para otros temas mas interesantes (gracias, procrastinación).

El secreto de su piel (One Shot AiorosXShura)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora