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El hecho de que su propuesta fuera rechazada no fue impedimento alguno para que Karl invadiera el hogar de su hermana y de su futuro cuñado para reírse de la alfa unas horas después de enterarse del suceso.

Su cuñada Gabrielle, alfa de una de sus hermanas, lo llamó en mitad de un ataque de risa para compartir la dicha con su beta favorito. Entonces, Karl se unió a ella y ambos decidieron dejarle varios audios a través de WhatsApp para preguntarle si William acertó diana y, por pura casualidad, su pipí acabó regado por toda su cara.

Emma, por supuesto, los bloqueó a ambos de forma permanente, no sin antes hacerle saber a cada uno la paliza que se llevarían por burlarse de su pobre desgracia.

— Ni siquiera puedes permitirte el lujo de golpearme, mi querida alfa —comentó Karl con emoción mientras se adentraba a la casa— Te recuerdo que mientras tú te estás escaqueando de tu trabajo para cuidar de nuestros sobrinos, yo estoy ocupándome de la empresa como el buen hermano que soy.

— Es una jodida prueba de cortejo —gruñó Emma— ¿De verdad crees que prefiero cuidar de estos mocosos antes que cuidar de tu culo en la oficina? —inquirió, incrédula— Porque antes bien que me quejaba de tu comportamiento infantil, pero ahora lo prefiero mil veces más, la verdad.

Karl estalló en carcajadas, las cuales se convirtieron en grititos de dolor cuando la alfa pellizcó su brazo con esmero.

— Eso por burlarte de mí —refunfuñó la alfa— Mejor muestra un poco de compasión por mi desdicha.

Pronto se vieron envueltos en una pequeña pelea de pellizcos y mordiscos que tuvo que ser detenida por la presencia de Samuel.

— Hola, Sami —saludó el beta con una gran sonrisa— Dime que grabaste el momento estrella de William, por favor.

— Llegas justo a tiempo —fue lo único que respondió el omega— Elián necesita un cambio de pañal —señaló el camino que debía tomar para llegar a los niños— Gracias por tu linda colaboración, cuñado favorito.

Samuel merecía un óscar por tan brillante interpretación. Aunque estaba deseando estallar en carcajadas al recordar el momento estrella de William y al ver la cara de horror que Karl adquirió ante la mención de un cambio de pañal, él se mantuvo tranquilo e impasible.

— Pero... —comenzó a decir el beta.

— Pero nada —le interrumpió Samuel— Estás aquí para burlarte de mi alfa, aun cuando ella hizo su cambio de pañal a la perfección —declaró con orgullo— Ahora te toca hacerlo a ti para que sepas lo que se siente.

Aunque en un primer momento el beta intentó huir de la casa, finalmente acabó cediendo ante la insistencia de la alfa para que se quedara a averiguarlo con una gran sonrisa.

Realmente el beta no cedió, simplemente su hermana bloqueó la única salida con su propio cuerpo y solo entonces comprendió que estaba completamente perdido.

Karl, por supuesto, no paró de quejarse entre refunfuños de los estúpidos instintos de los omegas hasta que se detuvo frente a sus sobrinos.

Al fin y al cabo, solo había sido una pequeña broma hacia su hermana Emma. Samuel no debió haber reaccionado así, y mucho menos imponerle un castigo tan cruel.

— Gracias, mi amor —comentó Emma con una sonrisa boba plasmada en sus labios mientras lo apresaba entre sus brazos— Gracias por defender a tu alfa de las garras de un ser tan cruel como lo es mi hermano.

El corazón del omega se aceleró ante sus palabras. Samuel había escuchado un «tu alfa» en muchas ocasiones desde que conoció a Emma por primera vez.

Alfa, quiero un nido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora