1. Tratos esperanzadores.

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Creo que había empezado mal el día, en serio, muy mal. El casero ha enviado como veinte mensajes en la última hora escribiendo cosas como "Si hoy no pagas la renta olvídate de pasar otra noche en el departamento", "¡No me dejes en visto!", "¡He dicho que voy a correrte!".

Los nervios me estaban comiendo viva, era un total hecho que el señor Augusto me iba a poner patitas en la calle, ¡y yo estaba más sola que una anciana! Mi desamparada existencia no tendría un lugar al cual ir y pedir hospedaje.

¿Mick? No, aún vivía con sus padres.

¿Angie? Ni mencionarla, si vivieramos juntas seríamos un caos terrible.

¿Mis padres? No, debía demostrarles que podía ser independiente tal y como les dije cuando puse un pie fuera de su casa.

Debía idear algo rápido si no quería que eso pasase.

Dejé mi celular en el buró a un lado de mi cama y respiré hondo un par de veces para alejar todo rastro de nervios en mi cuerpo; si estaba pensando en llevar a cabo mi plan: "Evitemos que el señor Augusto nos deje en la calle", entonces debía estar lo más tranquila posible.

Necesitaba conseguir un empleo hoy mismo, decirle al casero que por fin he conseguido un trabajo y que todo mi primer sueldo sería para él.

Me alisté lo más rápido que pude con la ropa más formal que encontré en mi clóset y metí en un bolso unos papeles básicos por si se presentaba la oportunidad de hacer un contrato justo en ese momento.

- Dios, ¿me escuchas? -miré hacia arriba, como si alguien desde las alturas realmente me estuviera escuchando.- Sé que muchas veces he negado tu existencia y que... ¡Ahhh! ¡Olvídalo! Solo espero que me ayudes hoy, por favor.

Giré la perilla de la puerta y salí del departamento con las esperanzas al cien puestas en el de allá arriba.
No era religiosa, de hecho, me consideraba atea hasta que llegó mi tiempo de crisis.

Qué hipócrita soy, lo sé.

Pero al final del día, parece que Dios me restregó con toda su fuerza en la cara un: "¿Crees que voy a ayudar a alguien que no creía en mi existencia hasta que vió que se la está cargando la desgracia? Jajajaja, debes estar loca".

Había salido de casa a las 11 de la mañana, ya había perdido la cuenta cuantos establecimientos me dijeron "No estamos buscando personal, gracias", y para colmo ya tenía un hambre salvaje.

¡Ah, si! Y para sumarle otro colmo a mis colmos, lo más probable es que el señor Augusto ya haya sacado mis cosas del departamento.

- Dios, ¡¿por qué carajos me odias tanto?! -reclamé al cielo en voz baja pero llena de un enojo de los mil demonios. ¡Y si!, ¡puse a ambos en un mismo párrafo!

No me percaté de que el cielo se había llenado de nubes grises, muy pronto llovería y no llevaba paraguas. Bien, ahora debía correr hacia la parada y tomar un autobús para llegar a casa a la voz de ya.

Corrí sobre la acera lo más veloz que pude, empezó a llover como si fuese a caerse el cielo, además las zapatillas eran incómodas y era muy peligroso correr con ellas, más aún con el piso mojado.

Estaba a medio camino de llegar a la parada, pero para mi muy buena suerte que estaba teniendo hoy, mi bolso se resbaló de mi hombro y cayó al piso mojado, todos mis papeles se habían salido de el y ahora estaba todo desperdigado por la acera.

- ¡Me lleva la...! -me arrodillé para recoger todo lo que quedó desperdiciado.

Un hombre que iba pasando por ahí tuvo el amable gesto de ayudarme a recoger mis papeles mientras me cubría con su paragüas. Que agradable sujeto.

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⏰ Última actualización: Jul 09, 2020 ⏰

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