Era solo un pequeño Titi, me encontraba solo, rodeado en un mundo lleno de animales, mucho más grandes que yo, ante ellos, mi presencia era insignificante, las hojas verdes de la selva, mezclados con el café de la madera, era un ambiente agradable para estar, la lluvia tenue que cae constantemente, lejos de ser una molestia, eran relajantes, las gotas cubriendo mi pequeño rostro, daban una sensación cálida de paz, a la vez de la fría sensación de como iba callendo poco a poco, hasta impactar en el suelo húmedo, me dirigí a explorar un poco la zona que me rodeaba, todo era extraño y nuevo, una necesidad de saber más y más me abrumó en ese instante, decidí trepar el tronco de un árbol, subiendo poco a poco a través de las hojas, usando la suave corteza de las ramas como apoyo, llegué a la cima, dónde solo pude observar un infinito mar de árboles, de distintos tamaños y aspectos todos, y aún así, tan parecidos los unos de otros, mi presencia ante esta enorme selva era insignificante ante los ojos de cualquiera, pues, ¿Que podría hacer un pequeño ser como yo? Tan solo observar, tratando de formar parte de algo más, fue entonces que levante la mirada, observé el cielo abierto que le rodeaba, las nubes a lo lejos, ocultando el sol a la distancia, perdiendose de la vista entre los arboles, el rojizo naranjoso que se contemplaba, la noche estaba cayendo.