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- hola linda cómo estás?
- hey amor, estoy... estoy bien, solo que me despertaste, gracias, dijo sarcásticamente soltando una pequeña risa.
- oh lo siento, dijo mientras reía también., solo quería saber si iremos esta noche?
- iremos a donde?
- esta noche es la fiesta de Scarlett recuerdas? Creo que podría ser divertido o no lo se.
- oh mierda... olvide por completo que querías ir a eso.
- bueno... es decir... si tú no quieres ir podemos ir a otro lado.
- no, está bien, vamos a esa fiesta, estoy harta de estar aquí, solo... hagamos lo que nos de la gana por una noche
- estas segura?
- si, solo me arreglaré un poco va?
-  esta bien, pasó por ti en media hora, te amo
- te amo idiota.
Florence se levantó de su cama viendo todas sus cosas y su ropa tirada, sus libros con sus dibujos y su viejo bajo empolvado de tres cuerdas que su prima le había obsequiado.
Busco en su closet aquel vestido negro de encajes grises que tanto amaba.
Subía los calcetines de red por sus piernas mientras buscaba con la mirada sus botas, pinto sus labios con el único labial que le gustaba, uno cuyo color negro y algo gastado evocaban antiguos recuerdos, se había detenido un momento mirándose en el espejo. Sentía odio por si misma pero aquella noche una leve sonrisa desvaneció por completo aquel pensamiento.
El labial en sus labios... no se vía mal, en su totalidad ella no se veía mal, ella realmente se veía linda y no había tenido ese sentimiento desde hace mucho.

Caminaba en su habitación ansiosa e insegura por ir a aquella fiesta, por estar con aquellas personas de su escuela por las cuales solo sentía asco, pero sabia que debía socializar, sabia que de alguna manera debía salir de esa burbuja llena de sombras y miseria en la que su vida se había tornado, no aguantaba estar una noche mas inmersa en su dolor y su intento de callarlo todo con sus audífonos y dormir. Se acercó a su cómoda abrió el cajón y tomó una pequeño cofre marrón que estaba cubierto por ropa, de el saco el obsequio que su padre le había dado en su cumpleaños número 13. Un pequeño y afilado cuchillo con bordes plateados y que se asemejaba mas a una daga. Tenía la manía de salir a todos lados con el, pero aquella noche se detuvo ante el y solo lo observo, debería seguir llevando esa cosa a todos lados? se preguntaba, tal vez solo debería relajarme un poco con respecto a todo esto, apago las luces y estaba apunto de salir de su habitación, pero un raro sentimiento la hizo voltear y mirar el cofre que estaba en el velador bajo la ventana y que curiosamente era cubierto por la luz de luna, la cual aquella noche era inmensa, era obvio en su mente y se acerco a la ventana, tomo el cuchillo y lo metió en su estuche, luego lo subió por su pierna derecha cubriéndolo con su vestido.
Tomo su abrigo y salió de su habitación, bajo las escaleras lentamente dando pasos suaves, tenía la certeza de que su madre estaría ya muy sedada por el alcohol y no se equivocaba, todos los días para las 10:30 su madre estaba completamente dormida. La miro con un sentimiento amargo de decepción, pero dentro de todo eso, en el fondo, podía identificar una especie de cariño absurdo, abrió la puerta y salió sin voltear.

El auto de Andrus estaba estacionado al frente de su casa y el muchacho la esperaba de pie apoyado sobre el mismo. Florence atravesó la calle rápidamente y lo abrazó refugiándose en su pecho, se mantuvieron así por unos minutos, se miraron a los ojos y sonrieron dulcemente por verse y estar al fin juntos.
Mientras se dirigían a la fiesta, Florence había puesto algo de música, viejas canciones punk que ambos amaban, bromeaban y reían y en medio de ese hermoso y frenético momento en el que un solo de guitarra increíblemente feroz y loco empezó ella saco la cabeza por la ventana moviendo su cabello con el viento y dando gritos liberadores.

Mientras tanto, la fiesta había empezado hace algunas horas.
Dylan, el novio de Scarlett probablemente era quien más asco le provocaba a Florence, tal vez por las semejanzas que tenía con su padre. El estaba junto a su grupo de amigos y habían empezado a embriagarse como de costumbre.
Aquella era una de las mayores razones por las que Florence odiaba las fiestas, es mas, le daban repulsión, siempre había rechazado toda invitación a fiestas, sabiendo que aquellos lugares siempre estarían repletos de gente ebria.
Nunca en su vida había probado una sola gota de licor y juro que nunca lo haría,  Nilvan, su padre era esa mancha gris en medio de sus recuerdos, había engañado a su madre tantas veces que llego a conocer a mas de 10 hermanastros, su mente había quedado marcada para siempre, era machista, agresivo, controlador  y un detestable adicto al alcohol.
Nilvan la golpeaba con tanta frecuencia que se vio orillada al borde del acantilado mas alto de todos,  la desesperación el pánico y el miedo agobiante la empujaron hasta aquel lugar tantas veces que se acostumbro a estar ahí, sentada en el borde mirando el agua negra y las rocas puntiagudas bajo sus pies.

En el alba de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora