Una noche triste y fría para un pequeño individuo. Tal vez para otros será una noche tranquila, como la mayoría de noches. Para otros puede ser la mejor noche de su vida o una de la cual se acordarán por mucho tiempo, pero para otros como nuestro querido individuo es una noche triste, fría y dolorosa.
Una estaca dolería menos. Pensó aquel ser de tez pálida.
Para nuestro pequeño ser esa noche fue muy larga y oscura. Al igual que la mañana siguiente, aunque el sol resplandecía por fin después de dos semanas de lluvias intensas para nuestro pequeño conejito, así lo llamaremos, fue la mañana más aterradora de toda su vida. Al levantarse no vió a nadie en la cocina, supuso que ya estarían trabajando. Así que subió a su habitación para prepararse para el cole. Y una vez listo fue al cole andando. La escuela no quedaba muy lejos y según él ya era un niño mayor, cuando el pequeño conejito se sentó en el asiento del aula pudo observar que la profe estaba hablando con una de las madres de sus compañeros. La profesora era alguien que le agradaba, ella siempre era amable y cariñosa, aunque siempre vestía camisetas de gatitos. Según lo que escucho de los profes eran bastante feas, pero a él le encantaban los perritos y gatitos que ella traía, eran realmente tiernos. Siempre quiso tener un perrito o un gatito, pero nunca se lo dejaron tener.
La profe una vez terminó de hablar con aquella madre anunció no muy contenta que la compañera de sitio de nuestro conejito tendría que cambiarse de sitio. No dio más explicaciones y el conejito solo pensó en el porqué de aquel cambio, la niña y él se llevaban bien y no molestaban en clase. Se puso triste y a nuestro pequeño conejito le afectan mucho estas cosas.
Tras dos horas de clase una lágrima cayó en un cuaderno rosa decorado con pegatinas de perritos, gatitos y dos elefantes. Una lágrima sincera, llena de dolor. No fue la única, en otro cuaderno cayó una lluvia entera de lágrimas puras, tristes de no poder estar con el único niño que quiere jugar con aquella inocente niña. Sí así es, nuestro conejito estaba llorando y su compañera también. La profesora alarmada se los llevó al aula de manualidades y allí los dejó con otra profesora.
La profesora de cabellos dorados le hacía recordar a ricitos de oro. Y así es como la llamaban casi todos los niños de su clase.
-Contadme chicos que os pasa.-dijo secando las lágrimas de ambos niños.
-Pues... Es que... la-la profe nos...-la compañera no era capaz de explicarlo mientras seguía llorando.
-Tranquila mi amor. Coge aire y cuando te tranquilices me lo cuentas.-dijo ricitos con una voz tan suave y amable. La niña tomó aire y se dispuso a comenzar de nuevo.
-Pues que la profe nos ha separado del sitio, y yo no quería. Porque me cae bien.-la niña hizo un puchero y se sentó en el suelo.
Mientras tanto nuestro conejito se había ido al fondo del aula allí donde los colores y la plastilina siempre tenían una forma diferente. Un lugar colorido y cálido. Donde las ventanas dejaban entrar el solcito. Allí y solo en ese lugar, el corazón de nuestro pequeño ser se sentía tan en paz. No duró mucho esa paz ya que la profesora ricitos y la niña se acercaron a preguntar si estaba bien.
-Sí.-las lágrimas cayeron del rostro de un conejito que aunque mostrase una sonrisa, solo quería llorar y llorar. Pero un acto no esperado pasó y parte de un corazón remedio. La niña de largos cabellos le abrazó y consoló.
-No pasa nada, eres mi amigo y conseguiré que estemos juntos siempre, pero no me puedes mentir si te encuentras mal me lo dices. ¿Vale? -la niña con sus manitos limpio las mejillas de conejito.
La niña habló con la profe que les había traído allí y le dijo que quería sentarse con él. A eso la profe no pudo decir nada y los dejo. A la hora del recreo la pequeña niña le dijo a nuestro pequeño niño que lo esperaba en el banco junto al estanque, mientras ella iba al baño. Una vez en estanque pequeñito, nuestro conejito tiró un poco de pan a los patos que allí había. Todos los patitos tenían un nombre. Se los habían puesto cada uno de clase a su patito. Y como es de suponer el patito más bonito y el mejor a los ojos de nuestro conejito era el suyo, su nombre se le había ocurrido cuando estaba viendo televisión junto con sus peluches. Bruma, ese es el nombre de su gran amigo.
De pronto alguien tocó el hombro de nuestro pequeño niño. Un niño mayor que él y sus amigos estaban detrás suyo.
-Hola niño.-dijo aquel que seguía con su mano en el hombro del contrario.
Ese niño ya lo había visto más veces junto a su vecina, pero no era su hijo.
-Hola.-dijo el pequeño niño con algo de miedo.
-Sabes este es nuestro sitio y tu no puedes quitárnoslo. Así que es mejor que te vayas.-dijo uno de los chicos mayores que estaban detrás.
-Pero mi amiga dijo que la esperara aquí.-tenía miedo, pero no quería decepcionar a la niña.
-Bueno entonces puedes quedarte a esperarla juntos.- dijo otro niño.
Nuestro pequeño se quedó sentado junto al niño que le había tocado el hombro, mientras los otros jugaban al fútbol.
-¿Y cual es tu patito? El mío es ese de allí verde de la esquina, bueno más bien es el de mi hermana. Creo que se llama Rey.-dijo con una sonrisa agradable en sus labios. A nuestro pequeño conejito aquel niño se le hacía parecido a un zorro.
-Mí patita es Bruma es aquella que está debajo del puente.-la sonrisa de nuestro conejito era notable y adorable. Si nosotros estuviéramos en el lugar de niño de al lado de nuestro conejito también nos enamoraríamos.
Y allí y en ese momento alguien sintió por primera vez lo que era querer a alguien que no fuese de su familia por primera vez quería ver sonreír a alguien y aquella acción fuera gracias a él. Resumiendo que el zorrito estaba sintiendo cosas muy lindas por nuestro conejito.
Pues hasta aquí la verdad es que no sé si esto es bueno, malo o horrible, pero me encantaría que me lo dijeseis.
Muchas gracias por vuestro tiempo.