Capítulo 4.

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Natalia.

Esos ojos llenos de furia no hacían más que estremecerme, recordándome ese ínfimo pero importante hecho de que era una mortal, de que mi cuerpo era débil, de que esa cosa podía hacerme desaparecer del mundo con apenas un zarpazo y nadie podría evitarlo. Eran rojos, eran reales, estaban frente a mí.

¿Cómo era posible que un lobo tan grande existiera? ¿Cómo era siquiera posible que hubiese entrado a mi habitación y nadie lo notase? ¿Cómo era posible que yo no le escuchase hasta que esa pesadilla horrible me despertase? ¿Estaba aquí para matarme?

—Por favor...— Supliqué con voz rota.

Ni siquiera sabía porque estaba suplicando.

Ese inmenso lobo dio dos pasos sigilosos en mi dirección, provocando que mi cuerpo se encogiera sobre sí mismo, intentando protegerme de ese cruento final. Se detuvo de inmediato, mirándome con algo escondido en esos grandes ojos que parecían contener la luna en ellos. Lloriqueó, lanzaba agudos sonidos como alguien le hubiese dañado.

—¿Qué diablos? — Susurré sorprendida ante la actitud.

El rabo se le metió entre las piernas y sus orejas bajaron como si yo le hubiese reprendido, como si en realidad tuviera el poder sobre ese lobo. Volvió a emprender el camino hacia mí, llegando a los pies de mi cama con completa sumisión. ¿Me estaba pidiendo permiso?

—Ven. — Palmeé el lado de mi cama, llena de curiosidad. — Ven, por favor.

Su cuerpo escaló por mi cama, haciéndome sentir como las tablas rechinaba ante la enormidad de animal que era. El miedo seguía haciendo estragos en mi corazón, y la verdad, es que no estaba completamente segura de que esto fuese real, así que solo seguí esos deseos locos que gritaban en el interior de mi cabeza.

Bufó con fuerza, removiendo mi cabello en el momento en que su cuerpo estuvo frente a mí, como si estuviera testeando mis actitudes antes de acomodarse donde ese lobo quería estar. Volvió a lanzar un pequeño lloriqueo, justo antes de acomodar su nariz húmeda contra mi mejilla, luego caminó por detrás de mi cuerpo, dejando su cálida panza contra mi espalda, y su gran cabeza sobre mis piernas.

Sus ojos alternaban entre mis manos suspendidas y entre mis ojos, seguía siendo una mirada suplicante, llena de deseos de aceptación y llenos de un anhelo que no lograba comprender. Estaba completamente sumiso a mí, como si fuese una mascota asustada en busca de las caricias de su ama.

La lengua áspera comenzó a pasar por mis manos, como si fuese una suave caricia o una ofrenda de paz, provocando un estremecimiento completo desde la punta de los dedos de mis pies, hasta el más ínfimo cabello de mi cuerpo. Me sentí adormilada, protegida, cálida en muchos sentidos. Daba miedo, o por lo menos, debería darlo.

¡Dios!, había un lobo gigante rodeando mi cuerpo, debería estar aterrorizada o replanteándome el hecho de ser una maldita loca que alucinaba con lobos gigantes de ojos rojos. Pero no, ahí estaba, a punto de quedarme dormida.

Lo último que escuché, fue un leve gruñido que parecía ser de completa satisfacción antes de quedarme completamente dormida.

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Me desperté completamente exaltada, intentando adaptarme a la claridad del día entrante, creyendo que mi inconciencia había terminado por aniquilarme la noche anterior, ahí, donde el lobo me había acunado en la calidez de su cuerpo.

¡El lobo!

Me removí con violencia, pateando hacia todos lados al sentir ese vacío tras mi espalda. En definitiva, ahí no hay un lobo, solo está mi almohada revuelta por los contantes movimientos durante la noche. Quizás lo había soñado, quizás solo era un derivado de mis pesadillas, uno que no ocasionaba miedo, sino que me lanzaba de cabeza a la curiosidad.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora