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La imagen empezó con soldados siendo aplastados por una enorme roca. Otros soldados fueron traspasados por flechas y los que lograron escapar se encontraban muy malheridos, intentando escapar de algo. Los sonidos de enormes pisadas hacían retroceder a toda una legión completa, que quería huir despavoridos de aquella inmensa bestia a la cual nadie podía hacer frente."¡no retrocedan! ¡no podemos permitir que pasen!" fue el grito de una voz algo femenina, intentando organizar a sus solados para que sigan luchando hasta el fin. Aquel grito de valor que salía entre la multitud y encaraba a su peor enemigo, recobro cierta esperanza en los cientos de miles guerreros que aun sentían el temor de una muerte temprana y prematura. El rey salió a hacer frente a aquella bestia.
Arturo Pendragon para todos sus súbditos, un Rey incomparable para todos sus vasallos, una pequeña niña para los ojos experimentados. No era capaz incluso de mantener su inquietud, incluso cuando lo disimulaba muy bien.
Frente a ella, lo único que veía era un enorme ejercito de golems de piedra, un objeto raro y místico incluso entre estas tierras. Sus enemigos habían encontrado ayuda mística de algún mago encaprichado con la destrucción de las tierras que defendía ella, por ende, merlín por igual. Aquella arma secreta le tomó por sorpresa tanto a sus soldados como a ella, no había forma de como detenerlo.
No tenían las armas adecuadas para derribarlos, tampoco podían derribar a los arqueros que detrás de la legión de piedra, acribillaban a los suyos, ni siquiera se podían acercar sin morir en el intento por una de sus pisadas.
Artoria Pendragon (Lily) estaba en problemas, admitía incluso tener algo de miedo en enfrentarlo. Su asistente mago se encontraba indispuesto y no había nadie con los conocimientos necesarios para hacer frente a tal bestia. Sus soldados se estaban lentamente dispersando, el valor se empieza a desvanecer y la única esperanza era ella.
Sin embargo, ella era todavía una novata, no tenía el poder ni la experiencia para hacerle frente. Lo único que podía hacer, era darles una falsa esperanza a sus súbditos. Incluso así, con el tiempo, todos iban a morir si no hacía algo para impedirlo.
La presión la abrumo, no sabía qué hacer, no sabía que decisión tomar, simplemente no había forma. Cerró los ojos con fuerza, intentando pensar en alguna solución. Aunque no lo admita, ella deseaba un milagro.
"¡¿pero qué demonios están haciendo?!" el grito surcó los cielos, dejándose escuchar por todos los solados que estaban presentes. Ella abrió los ojos, sorprendida ante aquel grito que parecía no temerle a nada. Entre los soldados, un hombre corría hacia la dirección opuesta, con una mirada determinada y los ojos fieros cual animal. Su cabellera dorada iluminada su caminar y llamaba la atención de todos aquellos que podían reconocerlo.
Artoria vio sorprendida cuando finalmente estuvo a metros de ella, sin siquiera prestarle atención, su mirada siempre al frente "¡no retrocedan! ¡no miren atrás! ¡solo los cobardes dejan que todo el sacrificio de sus compañeros sea en vano!" Dicho esto, vio como una de las catapultas del enemigo disparo en contra de ellos, lanzando una piedra de fuego muy poderosa.
Aquel hombre no dudo y se enfrentó por sí mismo a aquel disparo, bloqueándolo con su arma y usando una fuerza descomunal, logro hacer que cambiara de dirección, para el shock de la gran mayoría.
No todo era felicidad, gran parte de su torso estaba chamuscado y respiraba con dificultad al realizar aquella hazaña, su espada estaba hecha pedazos, aun así, se volvió a poner en pie "¡no me voy a rendir! ¡no voy a huir! ¡porque esto no se trata de mí! ¡se trata de aquel pueblo que intento defender!" les recordó a todos, que no estaban luchando para invadir, sino para defender a Camelot de ser destruida "no voy a permitirlo" dijo entre dientes, mientras algunos de sus dientes estaban manchados de sangre "¡yo! ¡no lo permitiré!" fue su grito de guerra mientras corría hacia el ejercito de golems y arqueros el solo.