Tʜᴇ Cʟᴀɴ

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La luz del sol bañaba las verdes copas de los árboles, acariciando dulcemente su rostro. Bajo sus pies, la hierva volvía a crecer después de un duro invierno, decorando todo su alrededor con sus colores brillantes. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando perderse en la leve frescura que aún quedaba en el aire. Sin embargo, al abrirlos la realidad volvió a golpearlo hasta dejarlo tirado en el suelo.

Sonriente, la foto de su hermano le miraba fijo a un par de metros rodeado por flores blancas y grandes adornos. Se levantó de su asiento, con sus manos aferradas a un pequeño collar, y caminó hasta el cajón. Sus pasos eran pesados, en cualquier momento caería de rodillas ante el dolor. Sentía las miradas sobre él pero en ningún momento aceleró el paso. Acarició la madera con las yemas de sus dedos, el vacío en su pecho se volvía cada vez más profundo. Besó la mano en la que sostenía su collar, el collar de su hermano. Volvió a verlo frente a sus ojos, tendido en el piso, la sangre bañaba su cuerpo y no podía detenerla, la desesperación de aquel momento volvió a atacarle. Lo tomó entre sus brazo, abrazándole con todas su fuerzas, sabía que sería la última vez. Miró sus manos, aún sentía el momento exacto en el que el cuerpo de su hermano se relajó por completo, y su llanto retumbó en medio de la noche. Cerró los ojos y respiró hondo, no lloraría. Le dedicó una última mirada al retrato de su hermano, era momento de dejarlo ir. Río ante su pensamiento mientras se alejaba del lugar. Era duro soltar algo que te arrebataron sin piedad.

Se sentó en el borde de la calle, su mundo parecía desmoronarse frente a él y lo único que podía hacer era mirar. Abrió su mano, un lobo de plata descansaba en su palma. "Yo ando solo. Puede que haya mucha gente a mi alrededor, pero apenas consiga lo que quiero me iré. Cuando se anda solo es más difícil que te maten." La imagen de su hermano con el lobo sobre el pecho se hizo presente en su memoria. Difícil, pero no imposible se dijo así mismo. Apretó su puño alrededor del collar con sus dientes chirriando por la bronca. Se sentía tan impotente, tan culpable. Sabía que podría haberlo detenido, y aún así no quiso darle importancia. Trató de convencerse de que solo era una etapa, algo pasajero de lo que podría salirse fácilmente, quizás ese haya sido su peor error. Dejó caer la cabeza entre sus manos y tiró de su cabello hasta que su celular logró sacarlo de su mundo.

"Calle 42, Zona Norte"

El mensaje relucía en la pantalla, pero era incapaz de contestarlo. Lo leyó hasta que su visión se volvió borrosa. De repente, una sonrisa surcó su rostro. Lo había conseguido. Un escalofrío recorrió su espalda, tal vez de emoción, tal vez por el miedo. No podía desaprovechar esa oportunidad, debía hacerlo por su hermano.

Calle 42 Zona Norte, la dirección exacta de The Clan. De tan solo recordar aquel sitio, su cuerpo se tensó entero. Solo era dos manzanas en uno de los barrios más pobres de la ciudad, pero bastaba para ser el mismo infierno en la tierra. Drogas, venta de armas, prostitución, sicarios, todo lo que quisieras pedir lo tenían, nada estaba prohibido. "Tranquilo hermanito, yo sé salirme de esto" Solo fueron mentiras, una vez que se entra a The Clan, nunca se sale. Todo era controlado por un solo hombre y sus súbditos, ridículo. Una zona totalmente liberada donde los niños iban a vender su cuerpo por unos gramos de cocaína. Odiaba a su hermano por meterse en aquel pozo sin salida, pero por más rencor que le tuviera, nadie se metía con lo suyo.

HoSeok guardó su celular y volvió la vista al collar. Cerró los ojos al sentir el frío del metal alrededor de su cuello. Miró el lobo de plata en su pecho, luego al cielo.

- Haré pagar tu muerte, te juro que mataré a quien te hizo esto. Nadie se mete contigo, hermano.

The Clan // ShowHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora