Decir que Samuel se sentía aterrorizado sería quedarse corto.
Todo estaba bajo control, incluida la fecha programada para la cesárea que se llevaría a cabo para el nacimiento de sus cachorros. Y ahora todo parecía haberse ido al traste, pues los cachorros habían decidido que no querían esperar hasta la fecha propuesta y la labor de parto se adelantó para el omega, pillándolos a todos desprevenidos.
Los médicos hacían todo lo posible para conseguir un quirófano de urgencia, pero el tiempo parecía correr, y no precisamente en favor de Samuel.
— Alfa, haz que pare —suplicó entre sollozos— Por favor, por favor, por favor.
Emma gruñó de pura desesperación. Realmente deseaba poder hacer algo para detener el dolor que su omega estaba sintiendo, incluso si eso significaba dar su propia vida. Pero no podía hacer absolutamente nada y eso la estaba matando lentamente.
— Lo estás haciendo increíblemente bien, mi hermoso omega —comentó ella en respuesta, dejando que Samuel destrozara su mano ante la llegada de una nueva contracción— Mi valiente omega... —prosiguió— Estoy aquí contigo, ¿sí? —Samuel gimoteó— Sé que puedes hacerlo, cariño —besó su frente— Lo estás haciendo.
Samuel negó, sollozando más fuerte.
— ¡Duele mucho! —gritó, sintiendo la llegada de otra contracción que lo azotó sin piedad, dejándolo sin respiración.
Tras tres días en los que solo primaron las falsas alarmas con simulacros de contracciones y un pequeño dolor del que Samuel podría sentirse avergonzado por haberse quejado, las peores sospechas de los médicos se confirmaron.
El parto se había adelantado y él realmente no supo lo que era sentir dolor por una contracción hasta que la hora de dar a luz se estaba acercando.
El personal que se estaba encargando de asistir su parto se negaba a concederle un breve descanso con la epidural debido a que, tarde o temprano, tendría que adentrarse en el quirófano para dar a luz por cesárea. Por tanto, querían asegurarse de que la única anestesia que le podrían poner estuviera presente en su cuerpo a la hora de la cirugía.
— Ya falta muy poco, mi amor —alentó Emma— Las contracciones son cada vez más cortas y más fuertes.
Porque sí, Emma no apartaba los ojos del monitor cada vez que su omega presentaba un signo de contracción. Necesitaba sentirse preparada para abrazarlo con más fuerza mientras atravesaba una, siendo incapaz de hacer otra cosa por él.
Se sentía tan inútil que podría echarse a llorar en cualquier momento.
Ganas no le faltaban, pero eso solo empeoraría el estado de su omega.— Te odio —declaró Samuel a regañadientes— Te odio, te odio, te odio mucho.
Emma soltó una pequeña risita, apretándolo más contra sí misma.
— Mientras no me pidas el divorcio creo que podré soportarlo —comentó con un poco de burla, besando su frente.
La alfa sabía que su omega no lo decía en serio. Simplemente, la situación lo estaba haciendo sobrepasar su límite.
— No, no quiero el divorcio —se quejó Samuel— Quiero ver a mi hermano.
— Cariño, sabes que no está permitido... —
— ¡Henry! —chilló el omega— ¡Henry, te necesito aquí conmigo!
El alfa, escuchando el llamado de su hermano, echó a correr por el estrecho pasillo, golpeando a alguna que otra persona.
— Solo está permitido un acompañante por paciente —declaró una enfermera, cortándole el paso a Henry.
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Alfa, quiero un nido ©
WerewolfSamuel, un omega varón de veintiséis años, se siente preparado para dar un paso más allá en su relación. Él quiere un nido. Está listo para pedirle a su pareja un nido porque desea experimentar todas aquellas cálidas sensaciones de las que todo el...