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𝑺𝒆𝒏𝒕𝒊𝒓

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Él no siente culpa.

Eso lo sé desde hace tanto tiempo.

Me hace cuestionar las decisiones que tomo; las cosas que hago por él. Todo para poder estar un rato juntos, antes de que me bote como a un trapo viejo. ¿Por qué sigo aquí? Recibiendo las sobras de su amor.

Hoy soy feliz.

La razón es que me siento querido.

Ha cancelado una salida con Zoro; su novio. En cambio, prefirió quedarse conmigo. Nos hicimos compañía el uno al otro, viendo películas en el sofá, compartiendo el tazón de las palomitas y riendo a la vez.

Me besó, como solo él sabe hacerlo.

Sus labios suaves sobre los míos, y con la su barba saliendo picando mi rostro. Río contra sus labios, interrumpiendo el beso.

Él solo sonríe.

Parezco un chiquillo enamorado.

Y tal vez, en parte lo soy.

Dejándome llevar por sus besos, por esas manos a las que les encanta jugar con fuego. Porque lo que hacemos, algunas veces quema.

Con sus manos recorriendo la piel de mi cintura, moviendo los dedos sobre mi abdomen; estos delinean la tinta de los tatuajes que suben por mi pecho. Hay veces que su tacto quema, me arde como si tuviera quemaduras de sol. Aún así, dejo que siga con lo suyo.

Pero hoy no quema tanto como otros días.

Sanji— lo llamo en un suspiro, con las manos aferradas a su camisa azul a rayas.

Sonríe satisfecho de oírme ansioso por sus roces.

Pronto la sala se vuelve calurosa como si el aire acondicionado dejara de funcionar pero claro; el calor emana de nosotros. Nos volvemos un lío de jadeos, gruñidos y uno que otro gemido. Mi ropa cae haciéndose una con la alfombra, como de igual manera Sanji y yo comenzamos a hacernos uno sobre el sillón.

Piel contra piel. Hace un hermoso contraste sus caderas pálidas, con mis piernas morenas alrededor de esta. Sé que le gusta como nos vemos, lo veo en el brillo de sus ojos, como me recorre con la mirada y acaricia con sus pulgares mis muslos, que comienzan a tornarse rojos por el roce de pieles.

Un cosquilleo me recorre cuando su manos derecha sube; desde mi muslo hasta donde nace el vello púbico. De un espeso color negro.

Retengo la respiración.

Ahora es su turno de decir algo.

—Hoy te ves mejor que nunca.

Sus palabras son magia. Y ronroneo cuál gatito al que acarician con ternura.

Porque me siento bien.

Esta es la típica pausa que tenemos en nuestros encuentros. Donde nos decimos cosas bonitas, acariciamos y rozamos pieles como si fuera la primera vez que lo hacemos.

Y me siento amado. Aunque él nunca use esa palabra, mucho menos cuando se dirige a mí.

Pero, ¿Qué importa? Es lo que menos me interesa cuando me encuentro recostado en el sofá, aferrado a él con las piernas.

Seguimos con lo nuestro. Entre susurros y besos caemos en el deseo y lujuria. Abriéndose paso en mi, haciendo que separe lo mas posible las piernas, mientras él se acomoda entre ellas. Nos volvemos uno solo. Hunde su falo lo más profundo posible, jadeando con cada embestida que arremete contra mi. Dejo llevarme por aquello que llaman placer, gimiendo por él.

Cambiamos de posición, porque le gusta que me siente sobre sus piernas. Le fascina cuando estoy sobre él, cabalgando sobre su virilidad, dice que así tiene una mejor vista, porque le encanta ver todas las reacciones que tiene mi cuerpo cuando estoy perdido en el placer. Igual me gusta esta posición, porque siento sus manos apretando mis nalgas con fuerza, enterrando sus uñas y ayudando con los empujes.

Terminamos cansados y sudoroso. Limpio el poco de saliva que se escapó de mi boca cuando estábamos al borde del clímax.

Sigo sintiéndome bien.

Aunque esa sensación de felicidad nunca dure mucho.

Cuando nos besamos después de esto, se siente distinto al principio. Como si la culpa estuviera de regreso en ambos. Pero no es posible.

Porque él no siente culpa.

Regresamos a lo nuestro, el momento se queda como eso un momento.

Y cuando cae la noche, cada uno por su lado. Yo limpiando un poco la sala y el comedor, él en su habitación. Escucho el timbre sonar un par de veces, así que voy a atender.

Y lo veo.

Zoro saluda bastante animado, trae unos leggings de color negro, que marca sus perfectas piernas, dignas de un instructor de gimnasio, también porta una camisa deportiva amplia, sin mangas. Deja a la vista ese moreno tan perfecto y uniforme de su piel.

Por unos segundos siento envidia.

—¡Hola, Law! —saluda tan animado que siento que tengo a Luffy frente a mi.

—Hola, ¿vas a pasar...?

—Oh, no. Solo vengo por...

Se ve interrumpido cuando Sanji sale corriendo de su habitación hasta la puerta. Le sonríe de forma tan radiante a Zoro, se acerca rápido y lo toma en sus brazos.

Y se besan.

Y el malestar regresa.

—Dormiré en casa de Zoro, así que no esperes mi llegada —dice Sanji en tono juguetón. Zoro ríe, y yo intento hacerlo.

—Solo voy a robarlo una noche, tranquilo.

—Por mi, quédate con él —trato de bromear un poco.

Y Zoro vuelve a reír.

Sanji y yo cruzamos miradas. Estoy seguro de que puede ver lo mal que me hace esto que sucede.

Por un momento creo sentir algo de culpa en su mirada.

Pero no.

Sanji Vinsmoke no siente culpa.

Y jamás la sentirá.


🍒 ; Este drabble lo escribí hace un año para la OP Week 2019, lamentablemente no logré terminarla y opté por pasarla a borradores, más este escrito fue mi favorito desde el día que lo escribí, así que decidí volver a sacarlo a la luz por separado.

Tambien quiero destacar que esto corre en el mismo "universo" que mi o.s. «Apagarte las velas».

Sentir 🍒 One PieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora