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Luis ha empezado a reconocer esos días raros. A decir verdad, se siente un poco estúpido de no haber sido capaz de verlo cuando esos días empezaron a acechar a Aitana hace unos meses.

Suelen ser un día cualquiera hasta que Aitana se pone el pijama. O lo que es lo mismo, una camiseta de Luis. Mientras lo hace, irremediablemente su reflejo en el espejo de la habitación le obliga a mirarse. Recorre con los dedos muy muy despacio la cicatriz de su pierna. La carretera a su infierno.

Después, aparta la cabeza con brusquedad y se empeña en que la camiseta crezca el centímetro que falta para que cubra la herida de su vida.

Al acostarse, le cuesta encontrar la postura, que es lo que más debería haberle llamado la atención a Luis, pues desde el segundo en que se rozaron por primera vez, sus cuerpos encajan a la perfección en cualquier situación y superficie.

Una patada desintencionada despierta a Luis. Aún sus ojos no la enfocan pero la intuye dirigirse tambaleando al baño mientras se sujeta elpecho con una mano.

Lo más seguro es que haya sido una pesadilla, lo cual no tarda en confirmar un par de minutos después cuando la ve volver a la habitación y refugiarse en su pecho con los ojos encharcados.

No llega a derramar las lágrimas, que terminan por disolverse bajo sus párpados cerrados con fuerza mientras Luis le acaricia la espalda. Y vuelve a preguntarse lo mismo. Si eso, las pesadillas, terminarán algún día y no sentirá miedo de irse a dormir y ver desaparecer de mil maneras distintas a Lucas de su lado.

Si esas nauseas y el mareo que ahora siente dejarán de cerrarle la tráquea impidiendo que respire como le gustaría.

Aún tarda casi una hora en dormirse. Suspira contra el pecho de Luis y le abraza más fuerte. Él le ha perdido la batalla al sueño hace apenas unos minutos con los dedos aún enredados en la melena de Aitana.

Normalmente, a Aitana le cuesta madrugar y actuar como un ser humano antes de desayunar, pero hoy tiene el estómago cerrado y dándole casi tantas vueltas como la cabeza, así que se limita a ver desayunar a Luis escondida detrás de una taza de té.

Si entonces se hubiera parado mirar a alrededor, Luis se habría dado cuenta que en esos días raros, Aitana no busca concienzudamente su taza favorita del piso de Luis por los armarios y, como hoy, se conforma con la que estaba lavada pero sin recoger junto a la pila.

En el coche, Luis sube el volumen de la radio, como sabe que a Aitana le gusta hacer para que interfiera con el eco de sus pensamientos. A lhacer girar la ruleta, aprovecha para dejar su mano sobre la pierna de Aitana acariciándosela mientras no tiene que cambiar de marcha para que sepa que está ahí. Que la batalla con su cabeza es solo suya, pero cuando necesite descansar y que alguien le ayude a limpiarse las heridas, puede recurrir a él.

Otro día Luis se preocuparía por la multa que puede llevarse de regalo por detenerse en doble fila, y más teniendo los puntos del carné temblando, pero cree que asegurarse de que Aitana se vaya a trabajar sintiéndose apoyada por él vale muchísimo más. Así que cuando sus labios se separan sonríe débilmente haciendo que Aitana también lo haga, para después dejar un último beso en su frente y desearle un buen día.

Aitana sube en el ascensor hasta la radio jugando con las pielecillas de sus dedos.

Los días raros.

Afortunadamente,dentro de ese edificio nunca hay ni un segundo que perder y aunque le cueste arrancar, enseguida le toca meter quinta y centrarse en el aquí y ahora y en trabajar duro y lo mejor posible para que su programa termine de consolidarse después de haber sido la revelación de la temporada.

Canción Desesperada (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora