Capítulo LVI

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     Una mano áspera me toma por los cabellos y me obliga a ponerme de pie. Mi cuero cabelludo se siente como si hubiera estado siendo torturado durante mucho tiempo, incluso puedo sentir cómo un par de mis cabellos castaños son arrancados de su sitio causando que una gota de sangre brote de cada uno de mis folículos. La mano áspera se cierra ahora sobre mi cuello y me estrella con saña contra uno de los muros que aún no han sido afectados por el incendio. El impacto logra nublarme aún más la visión, la persona que me ataca no me da tiempo de tomar un poco de aire pues vuelve a estrellarme una y otra vez hasta que la única señal de vida que puedo dar es ese leve gemido en el que parece escapar la poca vida que me queda. Me lanza al suelo y me propina una fuerte patada en las costillas que hace que me haga un ovillo y lloriquee, lo cual es una tarea titánica en vista de que me he quedado sin aliento. No debería permitírsele a nadie tener la fuerza como para herir así a una persona.

     Él no dice nada, pero no necesita hacerlo para que reconozca el timbre de su voz. Basta con escuchar su risa para saber a quién me estoy enfrentando. Todas mis dudas se disipan cuando esas dos manos me toman por los hombros para hacerme quedar de espaldas en el suelo y él se coloca a horcajadas sobre mí. Su peso, de nuevo, es demasiado como para que yo pueda dominarlo. Sólo puedo mover mis piernas frenéticamente, intentando que las patadas que lanzo sean suficientes para golpearlo en la nuca y sacármelo de encima. Sus manos se cierran sobre mi cuello. Sus dedos presionan con fuerza contra mi tráquea, no puedo respirar. Pero a pesar de eso consigo levantar los brazos para que mis dedos se adentren en las cuencas de sus ojos. Él cierra los párpados con fuerza y libera mi cuello para propinarme un fuerte puñetazo en el rostro. Los huesos de mi cuello crujen y yo me quedo aturdida en el suelo sintiendo cómo la sangre comienza a brotar de la herida que se ha abierto en mi pómulo izquierdo. Mis ojos se cierran lentamente cuando la inconsciencia llama insistentemente a la puerta. Él se levanta y aunque no puedo ver su rostro, sé bien la forma en la que está mirándome. Lucho férreamente contra la nada para mantenerme plenamente consciente, para predecir sus acciones y evitar que haga conmigo lo que él quiera. Sé bien que sus ojos recorren toda la extensión de mi cuerpo con esa mirada libidinosa, haciendo breves pausas en ciertas zonas que no puedo permitirle poseer. Pero tengo que mantenerme quieta, no puedo delatar que sigo consciente.

     Visualiza, Perla.

     Estás indefensa, inconsciente… Él tiene que creerlo.

     Su respiración agitada taladra en mis oídos, así como el sonido de sus pasos cuando comienza a caminar alrededor de mi cuerpo presuntamente debilitado. Es cauteloso, silencioso, hace todo lo posible por no hablar. Gira para alejarse un poco, puedo escuchar cómo se coloca en cuclillas y levanta algo pequeño y redondo que luego deja caer al suelo. Por la forma en la que Diamond respira, sé que también está esperando el momento para lanzarse al segundo asalto.

     Pero él no lo sabe.

     Él piensa que Diamond y yo estamos fuera de combate.

     Los pasos de ese hombre vuelven hacia donde yo estoy. Me da una leve patada con la punta del pie para comprobar que realmente estoy noqueada. Me cuesta dejar mi cuerpo suelto para que él no note lo tensa que estoy realmente. Su respiración se agita mucho más y vuelve a colocarse a horcajadas a un lado mío. Sus sucias manos se posan sobre mis caderas y las aferran con fuerza, aplica una presión desagradable con su rodilla en esa zona que hay entre mis piernas. Pronto puedo sentir su aliento sobre la piel de mi cuello. Con una mano gira mi rostro para dejarlo en la posición perfecta y poder acercar sus labios a los míos. Pero su plan no puede llegar a donde él desea, pues cierro mis dientes sobre su labio inferior hasta que siento el desagradable y metálico sabor de la sangre. Me toma por los cabellos para dominarme, pero yo consigo propinarle una buena patada en la entrepierna que finalmente me lo quita de encima. Consigo arrastrarme hasta estar lo suficientemente lejos de él y me incorporo para adoptar una posición de batalla y exclamar:

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora