1: El inicio del final

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Rose estaba segura de que la suerte era una palabra amarga.

Cuando conoció a Seokjin, había pensando que se había sacado la lotería. "Fue un golpe de suerte" pensó. "Nunca tendría la suerte de encontrar otro hombre igual" se decía a si misma, cuando miraba de reojo las acciones de Seokjin con ella.

Era... un príncipe.

Kim Seokjin era lo que fácilmente se podía describir como "el hombre perfecto". Tenía un físico envidiable, la combinación perfecta entre adorable y caliente como el infierno. Además era detallista, cocinaba como los mismos dioses, era cariñoso, benevolente, amable. Era el maldito paquete completo en un hombre.

La madre de Rose no podría sentirse más feliz de que su hija se había conseguido al hombre más recto de todo el planeta.

Y además de eso, en su vientre cargaba a un pequeño con su sangre, la de ambos. Uno que llevaría el apellido Kim cuando finalmente nazca. Uno que no sabía todo lo que su madre, estaba pensando en éstos momentos.

"¿Los bebés pueden escuchar tus pensamientos desde el útero?" Fue una de sus preguntas mentales. Realmente esperaba que no. El bebé estaría completamente traumatizado si fuera así. O al menos es lo que Rose quería creer.

Se estiró en su cama, la que solía compartir con Seokjin desde que se habían mudado juntos. Seokjin estaba feliz de ser papá. Estaba eufórico. No había forma de que alguien quite la sonrisa de su rostro porque él era un hombre de familia. Seokjin adoraba a su familia, amaba a su madre y a sus hermanos con toda su alma. Y estuvo ansioso al enterarse que Rose había salido embarazada, "¡Ahora formaré mi propia familia!" había gritado.

Se mudaron casi al instante de enterarse. Seokjin quería compartir con ella cada momento del embarazo, cada dolor de vientre, las nauseas matutinas, los vómitos, las pequeñas pataditas, los antojos de media noche. Él lo quería todo.

"Qué suerte tengo de tenerlo" pensaba Rose en ese entonces, antes de conocer el asunto en cuestión.

Decidió que una taza de té era necesaria, así que se levantó con cuidado acariciando su vientre de casi seis meses y caminó con sus pantuflas de Snoopy hasta la cocina. En el pasillo miraba con nostalgia las fotos familiares que Seokjin ya tenía en casa antes de que ella se mude con él.

La fotografía de Seokjin rodeando con un brazo a su hermana y con otro a su madre, mientras su hermano menor se estiraba en el suelo con una sonrisa que podría partir su rostro la hacía sentir solitaria. Rose siempre había sido hija única y siempre había querido experimentar lo que era tener hermanos. Qué es algo que más o menos pudo tener cuando Seokjin le presentó a su familia.

Jennie sin duda alguna era la chica más liberal que había conocido, la hermana de Seokjin era bisexual, había tenido una novia cuando la conoció aunque ahora estaba saliendo con un tipo unos diez años mayor que ella. Decía los mejores chistes y era incluso más divertida que el mismo Seokjin. Habían salido a comer varias veces desde entonces y habían congeniado a sobremanera. Rose podía sentir que hablaba con una hermana.

Mientras esperaba que el agua hirviera, una de esas tantas frases con las que Jennie solía molestar a Seokjin se asomó entre tantos pensamientos ésta noche; Recién tenían dos meses saliendo y habían ido a almorzar a casa de la madre de Seokjin, el brazo de Seokjin rodeando sus hombros, encajando cómodamente al lado de su cuerpo. Cuando alguien tocó el timbre de la casa y Jennie se había parado para abrir, solo segundos después venía abrazando por la cintura a un hombre de cabello oscuro largo y sonrisa amplia. Seokjin había soltado a Rose para levantarse y saludarlo efusivamente, un abrazo dónde terminó cargándolo, seguido de un beso en la mejilla, dos besos en la mejilla, había despeinado su cabello, había golpeado su nuca, había pateado su trasero y todo eso había sido un saludo.

Demasiado Perfecto - JinkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora