Capítulo 57 Las vicisitudes de la servidumbre

4 1 0
                                    

Sé perfectamente que la voluntad del Alto Ejecutor es absoluta, nunca he tenido problema con eso, por otro lado...

- Maldita sea ¿A qué esperas? Ponle el collar – Ordenó mi Ejecutor Draelyn.

Yo, quien aún estaba aterrado por llevar a cabo dicha tarea, sabía perfectamente que no había de otra, solo será un segundo, dos a lo mucho, más de eso y perdería un brazo, como mínimo.

- Estrellas... Por favor... Presérvenme... - Luego de encomendar mi alma al universo, y de darse el caso, rogar porque mi final sea rápido, avance lentamente hacía la cabeza de la criatura, no me detuve sino hasta llegar hasta la parte trasera de su cuello.

La sensación del sudor recorriendo mi cuerpo, los latidos de mi corazón completamente desenfrenados, el sonido metálico que provocan mis botas al avanzar, y esa respiración lenta y pesada que compartimos la criatura y yo, esa calma asfixiante que sabes perfectamente de que en cualquier segundo se romperá de la peor manera posible, no es la primera tarea que realizo para Draelyn, así que esta sensación me resulta muy familiar, me veo obligado a revivirla cada cierto tiempo, y aun así, no soy capaz de acostumbrarme a ello, de encararlo como se debe, me repito a mí mismo que será la última vez, día tras día, mes tras mes...

¡¡¡¡ROAR!!!

- Cálmate... Cálmate... - Susurro por instinto, ya no sé si se lo digo a la criatura o a mí mismo.

Luego del ataque a Carmely, el Alto Ejecutor Dakole incorporó a algunos cuantos Guardianes a nuestras filas, y no fue lo único que se llevó, luego de destruir las ruinas con un pulso de Energía, antes de cruzar el portal, ordenó que lo trajeran hasta aquí, el Dragasaurio que irrumpió en el asedio, me cuesta creer que haya conseguido sobrevivir de esas heridas, la capacidad de regeneración de estas criaturas es realmente asombrosa, en el pasado, los Purificadores los creamos para que fueron los depredadores de la humanidad, y durante un tiempo, lo fueron, nunca creímos que los Guardianes encontrarían la forma de contrarrestarlos, al menos, no tan pronto, no conforme con eso destruyeron los laboratorios de donde provenían, incluyendo a los Purificadores que poseían el conocimiento para crearlos, la tecnología se perdió, pero de alguna forma estas criaturas encontraron la manera de salir adelante, si es que así se le puede decir.

Nadie sabe cómo es que se han logrado reproducir, todos son machos, y algunos de ellos jóvenes, si tomamos en cuenta a los Dragasaurios originales, claro, la existencia de una hembra escondida en el corazón de la zona deshabitada de Carmely es objeto de debate, nadie, ni siquiera los Guardianes han sido capaces de encontrarla, si es que alguna vez ha existido, luego de perder a tantos de los suyos ante esas bestias, decidieron que lo mejor sería abandonar la expedición, pues hasta ellos saben que tienen otras prioridades que atender, nosotros por ejemplo.

Ahora, luego de encadenar y sedar a la bestia tanto como fue posible, he de colocarle el collar de obediencia, un dispositivo que le causara descargas eléctricas al pulsar un botón, botón que está en el holoproyector de mi Ejecutor.

Sus ojos me siguen en cada movimiento, esperando el mínimo descuido de mi parte para despedazarme, huelen el miedo, o mejor dicho, las feromonas que este provocan, no sé si el bozal que tenga contendrá sus fauces.

De acuerdo, aquí vamos, dos...

¡Tres!

Ni bien el dispositivo adhiere a su escamosa piel, se toma unos segundos para adaptarse al tamaño de su cuello, la primera cadena se rompe, y sin tiempo para reaccionar soy lanzado hacia atrás por un cabezazo lateral del espécimen, una a una, las cadenas van cediendo, comienza a reincorporarse, y es ahí donde mi Ejecutor, quien aún permanecía expectante, activa el campo de gravedad, doblegando nuevamente a la criatura, el collar también cuenta con una pequeña aguja que le inyectara calmantes a la orden del Ejecutor, parece que comienza a hacerle afecto.

El Lamento de los HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora