Abro los ojos muy despacio al sentir como alguien besa mi cuello con delicadeza. No puedo evitar sonreír. ¡Echaba tanto de menos despertarme así!
Me doy la vuelta en la cama y uno mi boca con la suya en un beso tan necesitado como desesperado. Ambos sabemos lo que nos espera y, por si acaso, queremos dejar claros nuestros sentimientos. No sabemos si volveremos, ni si el plan saldrá bien. Lo único que tenemos claro es que, aunque nos pudramos en el infierno, nuestras almas siempre estarán unidas por el amor que nos profesamos.
—Deberíamos ir subiendo ya —me indica separándose muy despacio de mí.
—Lo sé —respondo con tristeza —. Pero, la verdad, me gustaría quedarme aquí para siempre.
—A mí también, pero debemos ayudar a nuestros hijos.
—¿Sabes? Empiezo a arrepentirme de haber sido madre —refunfuño mientras me pongo de pie. Drogo estalla en una carcajada.
—¿Seguro? Porque yo creo que se te cae la baba con todos ellos.
Le dedico una mueca desagradable, lo que le hace reír aún más.
—Eso es sólo por lo mucho que me recuerdan a ti —contesto molesta.
—¿Me vas a decir que no te encanta que Christen se parezca tanto a ti?
Una sonrisa se me escapa. En eso tiene razón. Me encanta que mi hija sea como yo. Aunque, por desgracia, parece haber heredado lo peor de los dos. Aún así estoy convencida de que hice bien al escogerle como reina. Estoy segura de que hará un gran papel.
—¿Ves? Si se te cae la baba pensando en ella —dice cogiéndome por la espalda y dándome un beso en el cuello.
—Vale. Lo reconozco —confieso quitándomelo de encima y comenzando a vestirme —. Pero tienes que reconocer que dan bastante mal.
—¿Lo dices tú? ¿La que me dejó solo con ellos doce años? —inquiere intrigado e indignado —. Perdona, cosita, pero tú no sabes lo que es lidiar con ellos.
Una risilla se me escapa. Tiene razón en eso y hasta me da pena. Seguro que tratar con adolescentes no ha sido nada fácil para él.
—Lo siento, cariño —digo pasando mis brazos por detrás de su cuello —. Imagino lo difícil que ha debido ser para ti y no sabes cuanto siento no haber podido estar a tu lado.
—No tienes que pedir perdón —responde cogiéndome por la cintura —. Seguro que tú lo pasaste mil veces peor. Yo contaba con la ayuda de la familia, pero tú no tenías a nadie.
Le sonrío y el me da un beso suave y tierno, cargado de amor, demostrándome que, pase lo que pase, va a estar siempre a mi lado. Eso es lo que más fuerzas me da para seguir adelante.
—Será mejor que subamos cuanto antes —me indica —. No se puede celebrar un funeral sin cuerpos. ¿No te parece?
No puedo evitar reír ante su comentario, pero tiene toda la razón del mundo. Corriendo me pongo el vestido sin olvidarme de la bufanda de minidrogo. Una vez vestidos, cogemos las espadas y, de la mano, nos dirigimos al cuarto donde se supone que reposamos.
Al ver los ataúdes, no puedo evitar que un escalofrío me recorra el cuerpo entero. Drogo se da cuenta y me abraza por detrás.
—Es sólo momentáneo —comenta.
—Lo sé —respondo con tristeza —, pero no puedo evitar sentirme mal.
En ese momento aparece Fiona y nos da las últimas instrucciones. Me sorprende comprobar lo bien que lo ha organizado todo. Eso me hace sentir orgullosa. Después de todo, es mi hija.
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DC XII:LA REINA DEL MUNDO √
FanficSin Cris, sin Drogo y sin Lorie, los bartholitos van a tener que asumir su responsabilidad como niños prohibidos. Tienen que detener a Merlín e intentar salvar a Fiona de sus garras. Eso sin contar con la amenaza de Hades. Por suerte para ellos. cue...